Salud Hernández-Mora: No voto ni a bala
29 de septiembre de 2014
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Si yo voto es porque quiero, pero si me empujan a las urnas bajo la amenaza de que si no lo hago me multan, que me multen. La democracia torcida no conquista corazones intimidando.
Si obligan a votar, provoca quedarse en casa. Máxime si la orden parte de un Legislativo desprestigiado y corrupto y su fin es conseguir como sea que pase el referendo de Cuba. No tienen autoridad moral para castigar a quien desconfíe de su engendro.
Si yo voto es porque quiero, pero si me empujan a las urnas bajo la amenaza de que si no lo hago me multan, que me multen. La democracia torcida no conquista corazones intimidando.
Que comiencen por barrer la basura, que sean serios; no trabajen para sus intereses y verán cómo no necesitan prohibir la indiferencia. Si generan ilusión y confianza, los votantes aparecen. Pero si hacen como en las pasadas legislativas y presidenciales, donde abundó la compra de voluntades y muchos votaron por Santos con la nariz tapada, que no esperen milagros. Los ciudadanos, aunque nos crean idiotas y descerebrados, somos avispados.
Por eso adivinamos que es ‘Timochenko’ el artífice del país de las maravillas que Santos vendió al mundo en su discurso en la ONU. El país de las 63 hojitas que llevan dos años rellenando en La Habana, una interminable lista de entregas a cambio de nada, de promesas gubernamentales populistas y falsas, que sirven para alimentar corruptos, mezcladas con mentiras y peligrosas trampas farianas. Lástima que no sea capaz de tragarme tanta tinta malgastada para estar a tono con la Colombia políticamente correcta.
La tapa del discurso de Santos, la que denota hasta qué punto ha vendido principios por las migajas que las Farc le regalan, llegó en la frase 41. Puso las siguientes palabras en boca de una guerrillera que acudió a Cuba en su condición de víctima –fue reclutada siendo menor de edad–, cuando confrontó a sus antiguos jefes: “Por favor, no acepten más niños para pelear su guerra”.
Es decir, Santos, repitiendo esa frase, pregonó ante la comunidad internacional que los niños colombianos acuden felices, juguetones, a combatir codo con codo con sus héroes farianos. Son los niños, no los comandantes guerrilleros, los responsables de que engrosen las filas de una banda que antes era terrorista y ahora parece protagonizar una guerra santificada.
Por ende, si son los menores de edad los empeñados en empuñar fusiles, Santos sugiere que ninguna Corte Penal Internacional reclame a ‘Timochenko’ y sus traquetos por reclutar chinos, un Crimen de Lesa Humanidad. Con una sola frase pretendió convertir el gravísimo delito, que no prescribe, en un alistamiento light.
Algo así como si el papa Francisco, en lugar de tratar como merecen –por fin– a los curas y prelados pederastas, saliera a proclamar desde el púlpito: “Por favor, señores curas, no acepten más niños para satisfacer sus aberraciones”. ¿Cómo reaccionaría el mundo?
Lo que pasa es que el mundo no le paró bolas al Presidente. Lo de las Farc en Cuba ya no preocupa a casi nadie. Está concentrado en detener al Estado Islámico y que las represalias por los bombardeos no se traduzcan en salvajes atentados en Occidente. Y eso que las potencias solo despertaron cuando los bárbaros radicales acuchillaron a sangre fría a dos secuestrados, un tipo de crimen, por cierto, que las Farc han practicado.
NOTA. Tres preguntas para el alcalde cucuteño, Donamaris. ¿Estuvo en alguna fiesta en la singular casa de Laureano Lozada? ¿Cuánto le pagó al exmagistrado Fernando Coral Villota por llevarle el proceso de las grabaciones en la Procuraduría? ¿Salió de su bolsillo?
Salud Hernandez-Mora
Periodsta española residenciada en Colombia
@saludhernandezm
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