Hermann Tertsch: La reconciliación del mundo
27 de diciembre de 2013
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Es una imagen que, sin saberse, se guarda muy dentro de la baqueteada maleta del recuerdo. Con estuche, como se guarda un broche o diadema. Se nota con gusto que es así cuando se evoca. Que sale del mejor rincón. De donde guardamos las joyas de la memoria. Las imágenes que al menos creemos indelebles. La del rostro de la madre. Las de momentos en que fuimos felices. Ver la fotografía alborozo. Recordarla produce ternura. No sé ya siquiera de dónde la saqué. Dónde la encontré de excursión por el espacio virtual. Solo sé y tampoco sé por qué que es una fotografía en blanco y negro tomada en la primavera

Muestra a un niño sentado en el más bajo de cuatro escalones de piedra. Viste un jersey oscuro de lana gorda, una chaqueta negra de fieltro tradicional en esta región austriaca, un viejo pantalón corto, unas medias de lana a medio caer y unos zapatos viejos, desgastados y sin tacón, con sendos rotos en las punteras, atados a duras penas con varios trozos de cordón raído. El corazón de la fotografía se halla justo encima de las blancas rodillas desnudas. A la altura del pecho, dos manitas sujetan dos flamantes zapatos nuevos. Y los aprieta contra el pecho. Como queriendo guardárselos dentro. Y la cara, alzada al cielo, en gratitud infinita. Con una sonrisa de placer y los ojos cerrados, para concentrarse y retener mejor el instante.

Sería raro que fueran regalo de las tropas ocupantes. A no ser que los hubieran encontrado en alguna zapatería bombardeada. Ellos distribuían al derrotado enemigo civil chocolate, chicles y cigarrillos. No esos zapatos austriacos duros y bien cosidos, quizás un poco grandes, con magníficos cordones de cuero que le caen al feliz pequeño propietario por la muñeca. Es muy probable que ese niño aun viva. Que sea un viejo austriaco de 75 años. Quién sabe si recuerda el rostro del que le regaló los zapatos y de quien hizo la foto, quizás el mismo. Del enviado que le trajo aquel regalo navideño en primavera tras años de miedo y violencia. El regalo a un niño, un gesto de reconciliación con la humanidad. Quizás no recuerde el rostro, pero seguro que sí la explosión de felicidad propia en el pecho y la gratitud al acto de bondad entre los hombres, a Dios y al mundo entero.

Hermann Tertsch
@hermanntertsch
Periodista español. Columnista del ABC de España. Comentarista de Televisión
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