La anormal vida de Ramón Mercader el asesino de Trotsky
27 de abril de 2017
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Ese hombre enfermo de odio y mitómano incorregible fue asesor accidental de Fidel Castro, y pariente colateral por afinidad – en cuarto grado- del cineasta italiano Vittorio de Sica
Nacido en Barcelona el 7 de febrero de 1913. Hijo del industrial catalán Pau (Pablo) Mercader Marina y de la militante anarquista y comunista Caridad del Río Hernández. Sus padres se separaron en 1929. Una de sus primas, la actriz María Asunción Mercader Forcada (de nombre artístico María Mercader), nacida igualmente en Barcelona, tuvo una larga vida (6 de marzo de 1918 a 26 de enero de 2011) durante la cual se convirtió en la segunda esposa del actor y director cinematográfico Vittorio De Sica, con quien contrajo matrimonio en México en 1959, quienes a su vez procrearon al actor, director y guionista Christian De Sica y al compositor Manuel De Sica.
Según su pariente lejana, la autora española Nuria Amat, «Era un psicópata y un manipulador…En la familia jamás se hablaba de Ramón. Era una mácula tremenda en una familia catalanista de la Lliga, culta e ilustrada… Era un psicópata sin conciencia, un hábil manipulador que utilizaba a las mujeres sin escrúpulos [fingió amar a Sylvia Agelof para que le acercará a Trotsky], de una disciplina y una obediencia ciega al Partido Comunista, hasta el punto de que renunció a escapar de la cárcel y cumplir completa su condena de 20 años.”
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Pero el asesino que entró en la prisión mexicana de Lecumberri (tras el juicio en el que fue condenado a dos décadas de privación de libertad y a indemnizar a la viuda de Trotsky, Natalia Sedova, con 7,500 pesos) no lo hizo con su identidad verdadera de Ramón Mercader, sino la de un imaginario periodista belga, Jacques Mornard, entregando a la policía mexicana una declaración mecanografiada, en francés, en la que afirmaba haber sido “un devoto adepto de León Trotsky”, cuyo trato «constituyó “un gran desencanto (…). Me encontré ante un hombre que no deseaba más que satisfacer sus deseos de venganza (…). Me propuso ir a Rusia con el fin de organizar allí una serie de atentados contra diferentes personas y en primer lugar contra Stalin (…). |
Desde ese momento no subsistió ya alguna duda en mi ánimo de que Trotsky no tenía otro objetivo en su vida que el de servirse de sus partidarios para satisfacer sus fines personales mezquinos (…). Decidí sacrificarme totalmente, quitando de en medio a un jefe del movimiento obrero que no hace más que perjudicarlo».
A pesar de los maltratos físicos y psicológicos padecidos en los seis primeros años de encarcelamiento, continuó sosteniendo que era Jacques Mornard Vanderdresch, belga nacido en Teherán (entonces Persia, hoy Irán) en febrero de 1904, cuando su padre estuvo destinado en ese país. Que había comprado en París, en el mercado negro, un pasaporte canadiense a nombre de Frank Jackson para poder viajar a Estados Unidos, y que había matado a Trotsky sólo porque había defraudado las expectativas que había generado en él su ideología.
No fue sino en 1950 cuando se desveló su verdadera identidad, “gracias al criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón, uno de los expertos mexicanos que lo trataron. Éste localizó, durante un viaje a Barcelona, la ficha policial de su detención en 1935 por asistir a una reunión clandestina para reorganizar las juventudes del Partido Comunista de Cataluña.”
Durante su permanencia en prisión, Mercader estableció una relación sentimental con una bailarina folclórica, Roquelia Mendoza, con quien se casó y compartió el resto de su vida, y quien era hija de la cocinera que tras su entrada en prisión contrató para atenderle el servicio espionaje soviético.
Cumplida su condena en 1960, Mercader es puesto en libertad y se traslada a vivir sucesivamente en Cuba, en Checoslovaquia y finalmente en la Unión Soviética, donde recibe la Medalla de Héroe de la URSS y la Orden de Stalin.
En la URSS, el 9 de mayo de 1964, sus compañeros de la KGB (el Comité de Seguridad del Estado, es decir, el servicio de espionaje soviético) le rinden un homenaje en privado, ocasión en la que le entregan un reloj de pulsera, como regalo de despedida. Unas semanas más tarde, cae enfermo y se le diagnostica cáncer de pulmón. A partir de este episodio de su andadura vital, viaja repetidamente entre Moscú y La Habana.
Según dice la fuente citada en la revista argentina Clarín, “El cáncer ha ido minando su cuerpo y son semanales las visitas al hospital cubano…No existe ningún diagnóstico exacto de los últimos años de vida de Mercader a pesar de ser atendido en las mejores clínicas moscovitas y por la mejor clínica de La Habana. Corre la sospecha de que Mercader fue envenenado antes de salir de Rusia. El temido veneno colocado, en esta ocasión, en un reloj de pulsera. Nadie quiere ni puede certificarlo. Pero todos dudan. Nadie se atreve a hablar claramente.”
Ramón Mercader falleció en La Habana el 19 de octubre de 1978.
El recorrido de su existencia es otro caso paradigmático del fanatismo ideológico invocado como justificante del crimen de asesinato, en nada diferente, en sus raíces, al actual yihadismo o a las demás manifestaciones monstruosas históricamente ocurridas y englobadas en el concepto de terrorismo.
Nota autoría de Roberto Soto Santana
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