Plantón ¡Viva Ecuador! es el título que trae Juan Diego Humpierres

Vivo hace seis años en un hermoso país, que abriga la nobleza como bandera y las ganas de emprender como un sendero activo.

Muchos compañeros, cuando supieron mi decisión de movilizarme al Ecuador, me sonrían con espíritu burlón y con la clásica mueca que procura una especie de grandeza patológica; esa que nos hace sentir siempre la tapa del frasco, aunque las circunstancias reales nos demuestren exactamente lo contrario.

Amo a mi país natal; allí nací, crecí y en gran parte me formé; no honrarlo sería un absurdo injusto que no pienso por ninguna razón ejercer; sin embargo mi sentir en este instante solo puede codificar un sabor amargo y penoso. Me impacta como tropiezo con compatriotas en las calles de Quito. Hace algunos años éramos escasamente unos setecientos venezolanos, hoy sumamos miles en todo el territorio ecuatoriano.

Mi mensaje para todos es uno solo; seamos dignos, traigamos lo mejor del legado y no el “malandrismo” social que se expone en muchos casos como nuestro referente.

Tuve el privilegio de ejercer mi voto, les puedo confesar que fue una sensación ambivalente; por un lado feliz de sentirme en democracia y por el otro, frustrado de saber que en mi país ese derecho es un mito, producto del secuestro impuesto, no solo por la llamada “revolución”, sino por la complicidad colectiva de muchos, que terminan siendo peor que el propio cáncer político y social que vivimos.

Cuando la consciencia tiene precio, el destino se tiñe de lo más sombrío y perverso, de rasgos impensables, que logran sostenerse y hacer de la vida un manto de sufrimiento en donde se aprende a vivir con lo peor de una sociedad.

En el Ecuador también se implantó un proceso con inquietudes similares a las nuestras; aunque no comulgo para nada con sus fundamentos ideológicos, les puedo decir que me da envidia ver con mis propios ojos un país crecido, seguro y hasta la fecha estable económicamente; muy lejos de lo que ocurrió en nuestra Venezuela. Sin embargo todo régimen que pretenda perpetuarse es de peligro inminente y debe generar preocupación para no poner en riesgo la institucionalidad, que en el fondo es la base de una verdadera democracia.

Exactamente eso sucedió en el Ecuador, la sociedad civil junto a un liderazgo real, ejercieron con coraje lo que se debe hacer; plantarse con firmeza y no regresar hasta saber que el derecho legítimo de una mayoría fuese respetado.

Aquí no se marchó, ni mucho menos hubo la orden de un líder de pacotilla de devolverse a su casa, a esperar diálogos anestésicos y tarifados para diluir a la sociedad movilizada.

Curiosamente no hubo muertos, ni círculos del mal, ni milicia. Nadie se regresa, esa fue la decisión y el resulto se obtuvo: Democracia.
Una sociedad firme, coherente, con coraje y sin líderes asalariados por un sistema corrupto, es imbatible. No hay ejército ni balas que puedan con la moral de un pueblo valiente.

La voluntad popular no se negocia, se impone.
Tomemos el ejemplo
Plantón activo ¡Viva Ecuador!


Juan Diego Humpierres
Abogado

Master en Psicología Jurídica de Familia
Master en Psicopatología y Psicoterapia
Diplomado en Negociación y Mediación

juandiegocd@yahoo.com
@juandiegomotiva