Hermann Tertsch escribe de un «Hombre duro venerado»
24 de diciembre de 2013
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No gobernó tanto tiempo como Konrad Adenauer ni como Helmut Kohl. No inspiró a una generación ni a los poetas como Willy Brandt. Y hace tanto tiempo que gobernó que dos generaciones no lo recuerdan en activo. No tenía carisma, nunca

Cumplió ayer 95 años. Con su presencia de ánimo, su lucidez cortante como un diamante, su abrumadora capacidad de análisis, su hiriente altivez hanseática y su eterno cigarrillo. Replicar a Schmidt era un serio problema cuando estaba en la política activa, porque era un interlocutor con todos los datos y alguno más en la cabeza. Replicarle hoy es algo que no se le ocurre a nadie. Por una «autoritas» que cimenta hasta sus conocidas fobias y su no excesiva consideración por los políticos alemanes de la actualidad. Y es el único alemán que aun fuma allá donde quiere. Su trayectoria era antipática para el votante de la izquierda por socialdemócrata que fuera.

Habría de dirigir la RFA con la misma energía que le hizo famoso en las terribles inundaciones del Mar del Norte que devastaron la región de Hamburgo. En los momentos clave, frente al terrorismo de la Baader Meinhof y frente a la Unión Soviética, Schmidt resistió y ganó. Nunca cedió ante la RAF aunque costara la vida al presidente de la patronal y a otros. Y acabó con el terrorismo. Profundo atlantista, con la doble decisión de la OTAN para el despliegue de euromisiles aguantó toda la presión de la URSS, del este, la izquierda de su partido y del pacifismo, ansioso por rendirse a la amenaza soviética.

Fue su firmeza en Alemania la que quebró la URSS y a sus satélites en aquellos años. Cuando los liberales cambiaron la mayoría y tuvo que irse, el Pacto de Varsovia ya se resquebrajaba. Fue el Churchill de Alemania en un momento clave en que el enemigo interno y el externo querían quebrar la voluntad democrática y la vocación occidental. Por eso los alemanes, aunque muchos ya no sean conscientes, saben que le deben gratitud a Helmut Schmidt. Los demás europeos también se la deben.

Hermann Tertsch
@hermanntertsch
Periodista español. Columnista del ABC de España. Comentarista de Televisión

Fue su firmeza en Alemania la que quebró la URSS y a sus satélites en aquellos años. Cuando los liberales cambiaron la mayoría y tuvo que irse, el Pacto de Varsovia ya se resquebrajaba. Fue el Churchill de Alemania en un momento clave en que el enemigo interno y el externo querían quebrar la voluntad democrática y la vocación occidental. Por eso los alemanes, aunque muchos ya no sean conscientes, saben que le deben gratitud a Helmut Schmidt. Los demás europeos también se la deben.

Hermann Tertsch
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