Ricardo Angoso: Un mundo en caos y guerra
24 de agosto de 2015
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Decía Francis Fukuyama, tras la caída del Muro de Berlín y el final del bloque comunista, que estábamos asistiendo al fin de la historia y el último hombre. Pero la historia, siempre empeñada en contrariarnos y nadar contra corriente, sigue su curso y la violencia, consustancial con la especie humana, permanece presente en nuestras vidas. Hay más de veinte conflictos y guerras actualmente en el mundo y no se percibe, al menos en el corto plazo, que la situación mundial vaya a mejorar en los próximos años. Más bien lo contrario.
Tenemos guerras dramáticas y salvajes, como la de Siria, donde ya podrían haber muerto más de 300.000 personas y que ha supuesto la friolera de más de cuatro millones de personas huyendo de la tragedia. Esa gente busca refugio en Turquía, Grecia, Jordania o allá donde encuentren albergue y paz. Pero tampoco las cosas están mejor en la vecina Irak, que sufre una terrible guerra civil entre las fuerzas bajo la autoridad del gobierno legítimo de Bagdad y ese monstruo casi nacido de la nada que es el Estado Islámico (EI). El EI podría controlar ya el 35% del territorio iraquí y, si añadimos la zona controlada por las guerrillas kurdas, el antiguo Irak se encuentra dividido en tres entidades territoriales. La responsabilidad norteamericana en esta crisis, tras haber propiciado la invasión y ocupación en el año 2003, es meridianamente clara.
Yemen es otra caso típico de cómo las luchas entre varios poderes, la interferencia del exterior y la inestabilidad interna, junto con unos acuerdos de paz que concluyeron definitivamente en fracaso, pueden llevar al desastre y a una guerra -al día de hoy- de impredecibles resultados. La lucha entre chiítas y otras facciones por hacerse con el poder y autoproclamarse como las verdaderamente legítimas ha continuado hasta nuestros días, asunto que se complicó con los apoyos de Irán y Arabia Saudí a cada uno de los principales grupos en liza y con la irrupción escena, por si no faltara poco, del EI. El país está fragmentado, habiéndose convertido en un reino de taifas sin que se vislumbre, en los próximos meses, un verdadero proceso de paz o el concurso de las grandes potencias para resolver una guerra que tiene un fuerte componente foráneo.
De la misma forma, Afganistán, que también fue ocupado por los Estados Unidos en una intervención auspiciada por las Naciones Unidas, padece desde hace años el azote del terrorismo y el acoso de los talibanes, que fueron desplazados del poder por la intervención norteamericana. Muchos piensan que sin la implicación de la comunidad internacional en este conflicto hace ya años que el gobierno democrático (¿?) de Kabul ya habría caído y tendríamos en ese país una administración de corte integrista. Este conflicto, que dura ya casi cuatro décadas, desde la intervención soviética en los asuntos afganos allá por el año 1979, ha llevado también la inestabilidad y la guerra a Pakistán, cuyas zonas aledañas a la frontera afgana también sufren ataques terroristas, incursiones talibanes y ataques a las instituciones y cuerpos de seguridad.
ASIA, INESTABILIDAD CRECIENTE Y CONTENCIOSOS NUNCA CERRADOS
Asia, pese a la imagen de tranquilidad y estabilidad que posee en la escena internacional, es uno de los continentes con más conflictos abiertos. Recientemente, y como muestra de esa tendencia a la inestabilidad, las dos Coreas han vivido una grave crisis todavía no resuelta tras un ataque de un destacamento militar del régimen comunista norcoreano a unos soldados surcoreanos, que se saldó con la muerte de varios de ellos. Corea del Norte, conducida por el impredecible y cruel Kim Jong-un, tiene armas nucleares y ha amenazado en varias ocasiones con utilizarlas si Corea del Sur, apoyada por los Estados Unidos, continúa con su política «belicista» e «imperialista».
Pero también hay conflictos en India, Nepal y Filipinas, donde todavía sobreviven pequeñas guerrillas maoístas en el caso de los dos primeros e islámica en el tercer caso reseñado. Y luego, aunque de menor intensidad, también se detectan acciones guerrilleras y terroristas en Birmania y Tailandia. Sin dejar de reseñar en esta breve nota los conflictos territoriales entre Rusia y Japón, por las islas Kuriles, y los que afectan a China con Tokio por las islas Senkaku, dos contenciosos no cerrados y que siempre añaden tensión en esta zona del planeta.
En lo que respecta a Africa, hay conflictos para dar y regalar. En todas partes podemos encontrar escenarios de crisis y guerra, desde Argelia, envuelta en llamas desde hace años por el integrismo más fanático, hasta la República Centroafricana, pasando por Etiopía, Somalia, Sudán, la República del Congo e incluso Nigeria. Los hay de todo tipo, pero las consecuencias, en general, para el continente más pobre del mundo han sido devastadoras y han perpetuado el ciclo de guerra, miseria, hambre, devastación y recesión económica.
Concluimos este listado de horrores con los conflictos todavía no resueltos de Israel-Palestina y Colombia. En el caso del contencioso israelí-palestino, hay que destacar que durante estos casi ocho años de presidencia de Barack Obama no hubo avances significativos y las esperanzas que hubo hace una década han quedado en nada, habiéndose abandonado la famosa tesis de que la solución eran los dos Estados conviviendo en un mismo territorio. A merced de la falta de liderazgo en el campo palestino, a la que se le vino a añadir la división política entre Hamas y Al Fatah, que controlaban Gaza y Cisjordania, respectivamente, el conflicto encalló definitivamente en un estado de stand by en que permanece hasta el día de hoy. Israel nunca se ha negado a negociar, ¿pero con quien hacerlo si los actores están divididos y siguen sin renunciar a la violencia?
En lo que respecta a Colombia, el proceso de paz sigue en ciernes sin que se vean resultados en el campo práctico, es decir, el país sigue viviendo la violencia terrorista, las armas no han cesado, las minas se siguen colando por doquier por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el ejecutivo, presidido por ese tahúr de Bogotá que es Juan Manuel Santos, muestra un optimismo que no se traduce con lo que ocurre en la realidad. Ese es el mundo, amigo, la cruda realidad de un siglo XXI dominado por la guerra y la violencia pese a los buenos augurios que algunos inútilmente pronosticaban. Y la vida, como nos recordaba el poeta asesinado Federico García Lorca, sigue sin ser noble, ni buena, ni sagrada.
Ricardo Angoso
Periodista español
rangoso@iniciativaradical.org
@ricardoangoso
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