Inés Muñoz Aguirre titula: La piedad

23 de abril de 2017

Venezuela La Piedad





Saliva. Mocos, lágrimas. Un cuerpo desnudo indefenso. Nacemos desnudos y los que nos rodean, el tiempo y las circunstancias, nos cubren. Cada quien nos viste según sus expectativas. Después, nosotros mismos somos capaces de colocarnos encima todos los excesos que creemos convenientes y olvidamos. Olvidamos la saliva, los mocos, las lágrimas. Nos avergüenzan. Olvidamos envestidos de glorias, aplausos, amores, fracasos, ambiciones y poder que seguimos siendo indefensos por más vestidos que estemos. Olvidamos la fragilidad. Tanto que podemos desaparecer en un segundo y en ese segundo el único testimonio de la existencia es el cuerpo que queda, desnudo, vacío, el cuerpo que limpian y preparan, ya sin alma, si por ella entendemos la vida. Ya no habrá saliva, ni mocos, ni lágrimas, tampoco los logros y el poder. Se regresa a la tierra o a las cenizas que es lo mismo.

Todos estos elementos saltaron a la vista del mundo. No en el instante de un demente, si no en el instante del más cuerdo de todos. No en el Hombre de Vitruvio que desde el Renacimiento, nos habló de perfección, si no en un cuerpo lánguido, de espiga estremecida. No en la corona de espinas sobre la cabeza si no en las llagas que ocasionan los perdigones.

Joven desnudo Hans Wuerich
No parado frente a los fariseos sino frente a la “ballena”. No recorrió las estaciones hacia la cruz sino el pavimento de la autopista Francisco Fajardo. No recibió latigazos si no bombas lacrimógenas. No en una gran pantalla, si no suspendido en el clic de un fotógrafo. Y así aparecieron de nuevo la saliva, los mocos, las lágrimas y la sangre. El cuerpo tembloroso y la voz implorante que nadie escuchaba pero que nos llegaba trasmutada en un gesto desgarrador, frente a unos hombres que accionaban sin respuesta.

En el mundo de lo mediático corrieron los rumores de que había sido desnudado, los rumores de la ofensa, las críticas de quienes tienen prejuicios frente al desnudo, las burlas de los ignorantes que no entienden el valor y la trascendencia de la simbología. Nada era cierto, la certeza de la elección estaba en sus manos. La biblia en dirección al cielo enarbolada con la fuerza de su fe.

Joven desnudo Hans Wuerich imagen montaje
Su imagen como una estampa religiosa le dio la vuelta al mundo y mientras culminaba la sorpresiva procesión, de motos y de hombres tan cubiertos que apenas se le veían los ojos, en contraste el cuerpo herido y transparente, se había despojado de ataduras para retratar la degradación de una sociedad. La saliva, la sangre, el sudor, los mocos, estaban presentes. Más allá, en un espacio que no hemos pensado, en un espacio desconocido, seguramente una madre al ver la imagen de su hijo en un solo grito que clama libertad, dejaba caer sus lágrimas, a la espera de acunarlo en sus brazos y vestirlo con su manto.

Inés Muñoz Aguirre créditos

Inés Muñoz Aguirre
Comunicadora Social, dramaturgo, escritora
@imunozaguirre








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