La lucha de las mujeres por no desaparecer en Afganistán
22 de agosto de 2021
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Para las mujeres afganas, el regreso de los talibanes es lo más parecido al fin del mundo. ¿Qué cambiará para ellas con el retorno del grupo islamista?
Cuando los talibanes tomaron Kabul, la capital de Afganistán, hace una semana, millones de afganos volvieron a sentir de inmediato el mismo temor que vivieron entre 1996 y 2001. El periodo oscuro sin libertades sociales, políticas ni religiosas había regresado intempestivamente. Pero la oscuridad siempre puede ser aún más tenebrosa. Las mujeres, sobre todo, vieron cómo sus derechos alcanzados en las últimas dos décadas se venían abajo como un castillo de naipes. Como si de pronto su alma y espíritu se rompiera en mil pedazos. Es que si hubo algo capaz de invisibilizarlas, fue el régimen Talibán. Y todo indica que los viejos tiempos han regresado.
¿Las razones?
El Talibán impone una interpretación ultraortodoxa y restrictiva de la ley islámica, la cual limita fuertemente los derechos de las mujeres. Con su regreso, por ejemplo, es posible que no vuelvan a estudiar, trabajar ni ser atendidas. Acciones tan simples como salir a la calle solas o pedir un taxi también volverían a estar prohibidas. Retornaría también el uso obligatorio de la burka, el vestido negro que las cubre por completo, el cual se convirtió en un símbolo de su desaparición de la esfera pública. Justamente el precio de esta prenda se ha llegado a multiplicar en estos días.
Y junto a sus libertades, sus vidas volverán a correr peligro. Durante los años del régimen Talibán, las flagelaciones y ejecuciones, incluso la lapidación por adulterio, se convirtieron en prácticas habituales en las plazas y estadios.
Shukriya Barakzai, una mujer afgana, enfermó una mañana de verano en 1999. Al necesitar un mahrram, un guardián hombre, para ir al médico, se le ocurrió rapar a su hija y vestirla como niño. Así pudo ir al centro de Kabul a atenderse. Sin embargo, al regresar, un camión de militantes talibanes del Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio la detuvo. Luego de descubrirla, la empezaron a golpear con un cable de goma. Su desgarrador testimonio fue uno de los tantos que pudo encontrar Lynsey Addario, una fotógrafa estadounidense que trabajó en Afganistán por más de dos décadas, desde el año 2000, antes de que los talibanes fuesen derrocados. En un artículo publicado en El País ella deja en claro que teme que las mujeres pierdan sus derechos alcanzados, aunque también resalta que los talibanes no encontrarán a la misma sociedad que dejaron 20 años atrás. “Y hoy hay una nueva generación de afganas, mujeres que no recuerdan lo que es vivir sometidas a los talibanes”, señala confiando en su resistencia.
Una crónica de Pablo Vilcachagua (Publicada originalmente en Perú 21)
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