Gabriel Albiac: Siria, feo espectáculo
21 de septiembre de 2013
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La guerra es arte de ficción, dice Sun-Zi. Es, por tanto, espectáculo también. A cuyo despliegue la clientela reacciona conforme a lo que su deseo dicta; entusiastas a favor o en contra, lo cual no es siempre tan distinto o apáticos: Irak en 2003, Siria en 2013.

¿Y qué pasa con las chicas? «¡Ah, el amor ! ¡El infinito al alcance de los caniches!». El camarero no está contento: las propinas de Bardamu no son lo que se dice espléndidas. Una charanga militar pasa. Filas de civiles se van uniendo a ella. Bardamu, por supuesto, los trata, distante, de gilipollas. Y, al cabo de un silencio meditativo, se pone en pie, entra en la formación: «Bueno, pues voy a ver si tengo yo razón en lo que te decía». El desfile sale de la ciudad, llega al cuartel. A Bardamu se le ponen todos los pelos de punta. Aquello ya no parece divertido. Intenta dar la vuelta. «¡Demasiado tarde! Se cerraron las puertas tras nosotros, los civiles. Pillados. Como ratas».

Hace diez años, la segunda guerra de Irak fue el último espectáculo bélico con arrastre de masas. Por el momento. De ésta de ahora en Siria, nadie quiere dar signo de enterarse. ¿Qué ha pasado? Unas cuantas cosas. Ninguna de ellas sola basta para dar razón completa.

2) Había entonces o en eso se creía buenos y malos. Aunque buenos y malos no coincidiesen según el periódico o canal de televisión que los catalogase. Ahora, hasta el menos versado en estas cosas sabe que en la guerra de Siria sólo hay malísimos: sin matices.
3) Democracia y dictadura se oponían aún, en 2003, en la sintaxis fijada por la Guerra Fría. No hay democracia ahora que se oponga a dictadura. Lo que se juega en todo el Oriente Próximo es si serán los chiíes o los suníes los que dirijan el linchamiento de no creyentes y mujeres sin velo.

El más reciente informe militar británico sobre los «rebeldes» sirios cifra en más de un 30 % el componente yihadista hegemonizado por Al Qaida de sus milicias. Que Al Assad es un asesino, no hace falta ni repetirlo. No nos gusta el espectáculo. Nos vamos.

Gabriel Albiac
Catedrático de Filosofía Universidad Complutense de Madrid
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