Edurne Uriarte escribe sobre el sexy ticket

21 de agosto de 2012

Sexitiketportada

El progresismo español ha reaccionado con los tópicos progresistas habituales a la elección de Paul Ryan como candidato a vicepresidente con Mitt Romney. Derecha radical, extremista, integrista, insolidaria y demás artillería de la izquierda.

El progresismo americano está diciendo cosas parecidas, pero con dos importantes matices añadidos, el primero, el principal, que están preocupados, muy preocupados, por los efectos de esta elección en el voto. Despreciaron y ridiculizaron a Sarah Palin, pero respetan y temen a Paul Ryan. Y, sobre todo, lo perciben como una inquietante elección que fortalece la candidatura republicana.

Repentinamente, los republicanos son sexys. Y no lo digo por la obvia belleza física de ambos candidatos sino por el sexy político y electoral que la combinación con Ryan introduce en la candidatura. Mitt Romney es, teóricamente, un candidato impecable, percibido como un excelente gestor, inteligente, educado, honrado y equilibrado. Pero…, siempre ese pero, le falta empatía, carisma, liderazgo político. Le falta todo lo que sí tiene Obama. Y, en lugar de ignorarlo, ha hecho una jugada impactante, ha elegido a un Obama blanco como vicepresidente, con el carisma y el atractivo que él no tiene.

William Kristol ha hecho una buena definición del cambio derivado de la elección de Ryan: convierte lo que era una mera campaña electoral en los republicanos en un movimiento, en una causa política, de tal manera que no se parece nada a la de McCain en 2008 y podría más bien acabar pareciéndose a la de Obama en 2008 («Why Ryan Matters», The Weekly Standard)

Pero, además, segunda diferencia de lo que sí ve el progresismo americano, saben que Ryan no es un extremista, qué más quisieran. Su perfil ideológico es complejo, conservador en lo moral y neoconservador en política exterior y en su concepto del papel de Estados Unidos. Muy liberal en economía y cercano al Tea Party en su apuesta por el recorte del gasto público. Y, además, dialogante con el adversario y favorable a acuerdos con los demócratas.

Y, sin embargo, a pesar del sexy ticket que ha entusiasmado a los conservadores, un inteligente analista americano me augura su derrota. Cree que Romney es el presidente que, no sólo Estados Unidos, sino el resto del mundo necesita para gestionar la crisis económica. Pero teme que perderá y apunta el elemento determinante: su religión. Los demócratas lo usarán al final de la campaña, me dice, contarán sus cuantiosas aportaciones a su iglesia, lo contrastarán con sus impuestos y dirán que a Romney le importan más los mormones que el conjunto de los americanos. No es cierto, añade, pero funcionará.

 

 

Edurne Uriarte
Politóloga española, profesora universitaria y columnista de prensa.

 

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