«Degollar al que enseña» titula hoy Gabriel Albiac

20 de octubre de 2020

Albiac artículo sobre decapitación



En Conflans, un joven profesor de Historia, evoca en clase el horrible asesinato de los dibujantes de «Charlie Hebdo». Extrae, ante sus alumnos adolescentes, una lección moral: resistíos a cualquier teocracia.

El viernes, fue decapitado por un islamista a la puerta de su centro de enseñanza. Francia vuelve a saberse en tiempos de guerra: guerra santa formalmente declarada por los guías espirituales de los yihadistas. Y la parte de la ciudadanía que rechaza rendirse sabe que, por encima de preferencias políticas, ceder en la laicidad de sus escuelas es haber perdido ya esa guerra. Y, con ella, los dos siglos de libertad republicana que definen a la nación.

El honor de la Francia laica lo salvó ayer un periódico confesional, que lleva el poco equívoco nombre de «La Croix», «La Cruz». Y que editorializaba en defensa de esa laica enseñanza republicana, frente al salvajismo de religiones que exigen decapitar a quienes no adoctrinan en sus mandatos. «El atentado» -escribía el diario católico- «se inscribe en un contexto de atentado contra la laicidad en el seno del sistema educativo. Un fenómeno que no es masivo, pero sí inquietante». Y daba voz a un exprofesor de religión musulmana, Hicham Abdel, que explicitaba lo obvio: «Hay que acabar con esa frase que dice que los atentados no tienen nada que ver con el islam. Es falsa. Los textos que pueden servirles de justificación existen y ningún responsable musulmán integra a su discurso una producción histórico-crítica que permita desactivarlos».

El honor de la Francia laica lo salvó ayer un gran escritor musulmán. Boualem Sansal ha sufrido demasiado de cerca eso en Argelia como para autoengañarse: «Francia sigue sin comprender la realidad a la cual está confrontada. Cree estar siendo golpeada por terroristas, cuando está enfrentándose, en realidad, a una guerrilla que, poco a poco, toma impulso para alcanzar dimensiones de guerra total, como muchos países la vivieron y la viven en diversos grados (Argelia, Mali, Afganistán, Siria, Libia, Somalia…)». Y es difícil no entender que Francia no es, en eso, más que el primer eslabón de Europa.

El honor de la Francia laica lo salvaron, hace doce años, un presidente y un Papa. Benedicto XVI era un sabio; Nicolas Sarkozy un político brillante. El cruce de sus discursos fija un gozne en las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Sarkozy proclama: «La búsqueda de espiritualidad no es un peligro para la democracia ni para la laicidad». Ratzinger ve, en «la bella expresión laicidad positiva» de Sarkozy, que «una nueva reflexión sobre el verdadero sentido y sobre la importancia de la laicidad se ha hecho necesaria». ¿Su clave? «Insistir sobre la distinción entre lo político y lo religioso, con el fin de garantizar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos cuanto la responsabilidad del Estado para con ellos».

Eso está en juego cuando un profesor es decapitado por explicar a qué llamamos libertad de expresión: la libertad. En Francia. En Europa.

gabriel-albiac-2017-creditosGabriel Albiac, catedrático de Filosofía de la Complutense. Ha obtenido los premios González Ruano, Samuel Toledano y Nacional de Ensayo. Su último libro es «Blues de invierno»



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