Gabriel Albiac: El envite

20 de julio de 2015

Espala y Grecia Envite





Hoy abrirán los bancos. Y, en todas las ciudades griegas, volverán las colas. Cada cual buscará sacar de su cuenta corriente lo máximo que pueda. Nadie sabe cuánto tardará en volver a agotarse el dinero. Tanto menos cuanto más saquen. Es el círculo vicioso, del que ninguna buena voluntad exime: ante el riesgo de perder los ahorros de una vida, la enloquecida multitud devora las instituciones de cuya integridad depende no perder los ahorros de una vida.

ABC Encuesta julio 2015La encuesta publicada ayer por ABC alzaba constancia de un vuelco en la opinión pública española. Como si el angélico delirio populista del año último hubiera entrado en barrena. Como si, por una vez, la realidad de la ajena desdicha hubiera servido para sacar aquí lecciones. No estoy seguro, desde luego, ni nadie puede estarlo, de que esa tendencia a la sensatez perdure. Por desgracia, la dinámica de los entusiasmos políticos no tiene demasiado que ver con racionalidades. Menos aún, en España: nuestro terrible siglo veinte está para dar cuenta de eso. Pero algo ha debido de espantar al elector español la visión de aquellas colas en Atenas.
Izquierda caníbalY la certeza de que la ruina traída por Syriza en seis meses sería nada comparada con la que los colegas de Zapata y Carmena aportarían a un país en el inicio de una recuperación plagada de vulnerabilidades. Al cabo, si uno compara a Varufakis con sus equivalentes españoles, queda una balance desolador: el griego es un alucinado de sólida formación académica y no poca inteligencia; los populistas españoles son una alucinada banda de patio de colegio; da vergüenza –conceptual como sintáctica– leerlos.

«España no es Grecia», dice ahora Iglesias. Claro. Los pleonasmos tienen eso: que sirven para todo. Y que permiten dar verosimilitud retórica a exactamente lo contrario de lo dicho tres semanas antes. Da igual. Dejemos la retórica párvula de lado. ¿Qué sucedería si las tesis económicas del peronismo-chavezismo español fueran aplicadas? Que el Estado quebraría. De inmediato. Que los grandes inversores internacionales –como sucedió en Madrid al día siguiente de lo de Carmena y sus colegiales– volarían a horizontes con menos riesgo; o sea, con garantía jurídica. Que la seguridad social no podría ser pagada. Nuestra sanidad pública es excelente. Y, en la misma medida, cara. No resistiría. Las jubilaciones se verían amenazadas… Lo normal. Lo griego. Lo impensable, que está a la vuelta de la esquina.

Grecia y la españa podemita¿Nos hacemos de verdad la idea de lo que sería vivir «a la griega»? ¿Se hacen esa idea quienes tontean con la melonada de votar a una secta de pitufos joviales? ¿Se imagina alguien lo que es vivir con los ahorros bloqueados? ¿Es alguien hoy capaz de pensar en su vida con la tarjeta de crédito anulada y los cajeros automáticos vacíos? ¿Hay quien desee ver la peseta restablecida y, con ello, el valor real de sus ahorros diezmado? Pues eso es lo que está en juego. No ideología. Está en juego que mañana abran los bancos. O no. En España como en Grecia. Poca cosa.


Gabriel Albiac 2

Gabriel Albiac
Catedrático de Filosofía Universidad Complutense de Madrid









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