Álvaro Martínez: Caminito de Caracas
17 de mayo de 2020
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Hace diez años, cuando a los venezolanos se les advertía de que el chavismo les llevaba derechitos a terminar política y económicamente como la Cuba castrista, en Caracas nadie lo creía posible. Ni Chávez podría con uno de los países tradicionalmente más ricos de la región, que flota sobre un mar de petróleo y guarda en sus tripas un tesoro de otros recursos naturales. En 2010, el PIB de Venezuela era de 222.152 millones de euros y el PIB por habitante de 7.788 euros. Solo ocho años después, ya con Maduro en Miraflores, el PIB del país había mermado hasta los 83.000 millones y el PIB per cápita era de 2.887 euros, un tercio menos en ambas estadísticas. El reino de la miseria. Venezuela no era ya ni Cuba, que le aventajaba en 1.500 millones de euros en el PIB. En solo diez años…
Aquel año 2010, se hicieron famosas las imágenes de Chávez recorriendo las calles de Caracas confiscando edificios según paseaba, con la misma displicencia de quien echa pan a las palomas. «¿Ese edificio qué es?», preguntaba el cacique. «Es un comercio de joyería», le contestaba un esbirro con gorra colorada. «¡Exprópiese! ¿Y ese otro de la esquina?». «Son locales comerciales», respondía el de la gorra. «Allí seguro que vivió Bolívar, ¡exprópiese también!».
A este batallón se le ha venido aquella imagen de Chávez cuando escuchaba esta semana a Pablo Iglesias amenazando con un nuevo estacazo fiscal, pues «nuestro sistema cuenta con mucho margen de subida. En una situación de crisis, los impuestos, que permiten que aporten más los que más tienen, juegan un papel fundamental para protegerse de la pandemia». Faltaba el tío de la visera, pero sonó a lo mismo que aquel paseo de Chávez por Caracas, sobre todo cuando con sonrisilla sardónica afirmó que «las grandes fortunas (no especificó si hay que tener bastante más de un chalé con piscina en Galapagar) «están deseando hacer un ejercicio de patriotismo fiscal». A la escena le faltó que acariciara el lomo de un gato negro, que haría las veces del de la gorra colorada para hacer más creíble la amenaza.
¿Es exagerada la analogía del momento de España con la Venezuela chavista? Pues depende. Si se escucha al ministro de Consumo se hace más diáfana, que tiene puesto por escrito Garzón que «el único país con un modelo de consumo sostenible es Cuba» y esta semana la ha emprendido contra el sector turístico, primera industria nacional que aporta un 12 por ciento a la riqueza del país, porque «es estacional, precario y de bajo valor añadido». Este ataque coincidió con la ofensiva de la ministra de Trabajo contra el sector agrario, pues vino a sugerir que los productores tienen montando un tinglado de «esclavitud». Así, según la ministra Díaz en parte de los 24 millones de hectáreas del país, los agricultores españoles tienen «esclavos», no se sabe si en formato antigua Roma o ya evolucionado, como hace un siglo en los algodonales de Alabama. Allá que les ha mandado la ministra a la inspección de Trabajo en busca de Kunta Kintes. Como lo leen, en la España del 2020.
Ataques a la economía productiva, a la libertad de prensa, a la Corona, al poder judicial cuando una dirigente podemita resulta condenada y hasta a los toros. Todo desde el Gobierno de España. Caminito de Caracas parece que nos llevan… que también los venezolanos decían hace solo diez años, «lo de Cuba aquí no pasa».
Álvaro Martínez
Redactor jefe del Diario ABC de España
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