Mariahé era una fiesta
16 de abril de 2020
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Nunca faltaba un libro en su mesa, la de trabajo o la de su casa. Era una lectora voraz, sabía de escritores noveles y clásicos; también de música, desde boleros hasta guaguancó, sin olvidar la cumbia y vallenatos de su tierra natal de la que salió para luego hacer suyo el valle caraqueño. Sabía mucho esta mujer que se hizo un nombre con letras mayúsculas en el periodismo venezolano: Mariahé Pabón.
En tiempos en los que los hombres copaban las redacciones de los diarios, ella se abrió paso y su firma fue sinónimo de buen periodismo: documentado, acucioso, pertinaz. De eso dan cuenta los numerosos reportajes, entrevistas, historias que escribió durante una larga trayectoria a través de la cual pasó por La Esfera, El Nacional, El Mundo y El Universal, donde fue la primera mujer en formar parte del equipo reporteril.
La revista dominical Estampas, de El Universal, tuvo bajo su dirección uno de sus mejores momentos y junto con su querido Carlitos González, destacado periodista deportivo, participó en la fundación del diario Meridiano.
Igual conocía a políticos nacionales y allende las fronteras, como a científicos, deportistas y artistas. Ya era parte de la cotidianidad escucharla hablar de Celia Cruz, también de Gabriel García Márquez, Carlos Cruz Diez, Jesús Soto, Aldemaro Romero o estar con ella y que recibiera una llamada telefónica de cualquier personalidad.
Recordada por todos
Por los años ochenta, ya en la dirección de la revista dominical Estampas, donde disfrutaba tanto trabajar al lado de su gran amigo Manuel Manzano, la jornada terminaba en el bar que estaba en la parte de atrás de El Universal, ubicado en la avenida Urdaneta. Era la hora de compartir las anécdotas del día y Mariahé era la reina de la mesa. A su memoria venían capítulos de la historia contemporánea en los que ella misma, con su libreta y lápiz, había registrado en la crónica diaria de algún rotativo o revista.
Siempre impecable, de punta en blanco; esa elegancia que la hacía distinguir por encima de todos los demás también se apreciaba en un hablar de verbo fluido, rico y preciso que daba gusto escuchar y en el que aún podía colarse un dejo colombiano en alguno que otro giro.
Nada le era indiferente ni la amilanaba; mucho menos las nuevas tecnologías. Bautizó su cuenta de Facebook como “la nueva redacción donde puedo seguir informando”. Decía desde la ciudad de Miami, donde vivió los últimos años, que a través de esa red se mantenía muy activa y publicaba todo lo que le parecía interesante. Estaba en contacto con “el mundo” como nunca antes pudo sospecharlo. En Twitter, otra plataforma que no le era ajena,se presentaba como “reportera a tiempo completo, que es mi título preferido”.
Mariahé fue una mujer de todos los tiempos y siempre le sonreía a la vida, a pesar de los momentos difíciles. Su humor era muy conocido y nada se le escapaba. César Miguel Rondón lo recuerda como “memorable y peligroso”.
Amiga de muchos
Cultora de la amistad, de compartir mesa, salir, conversar; amigos y amigas ya le echan en falta. “Fue uno de los seres más generosos y con mayor fuerza de vida que he conocido”, confiesa el colega Aquilino José Mata.
Las veladas en las tascas de La Candelaria, después en la avenida Solano, en Chacaíto; el Poliedro de Caracas, la sala Ríos Reyna, del Teatro Teresa Carreño, el viejo Ateneo de Caracas, el Alberto Paz y Mateo, la sala Rajatabla, eran parte de ese vivir de Mariahé en Caracas, ciudad que siempre extrañaba y a la que quería regresar algún día.
El poeta y escritor Leonardo Padrón también lo lamenta: “Muy doloroso el fallecimiento de Mariahé Pabón a causa del coronavirus. Fue una gran periodista, con una trayectoria inmensa. Apenas hace 4 meses tuve el placer de conversar con ella. Le tenía un gran respeto. Un abrazo inmenso y fraterno a su querida familia”, escribió en su cuenta en Twitter.
Esa familia son su adorada hija Martha, su muy querido yerno Luis Manzo y la alegría de su ojos: sus nietas Anabella y Manuela.
Mariahé era una fiesta, y como tal celebraba con entusiasmo los cumpleaños de todos los suyos, no así el de ella. En enero pasado sumó 90 primaveras a una vida muy bien vivida, prodiga en afectos y solidaridad hasta la noche de este miércoles 16 de abril, a las 10:45, cuando pasó a otro plano por el coronavirus.
Texto por Josefina Ruggiero | @ruggieroj
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