Jesús Peñalver: Ley gringa contra violadores de DD. HH.
13 de diciembre de 2014
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O como diría la esclava Isaura, el Congreso “de los Estados Unidos de Norteamérica” ha dictado una Ley dirigida a sancionar a ciertos y determinados funcionarios de un gobierno de un país ubicado al norte de la América del sur, por presuntas violaciones a los DD. HH de manifestantes pacíficos, durante febrero de este año (y meses subsiguientes), lo que conllevaría suspender el otorgamiento de visados, anulación de los vigentes, incluso, la congelación de cuentas bancarias y embargo de otras, no pocas propiedades ubicadas en su territorio.
Se ha hablado mucho sobre el tema, pero como nada humano me es ajeno y quien no evita un error, pudiendo, es como si ayudase a cometerlo, insistiré en la necesidad de aclarar, corregir errores o subsanar omisiones, para que se sepa con conciencia que las sanciones se aplicarán a funcionarios seriamente vinculados con la represión, la violación de los DD. HH, y desde luego, con el quebrantamiento del Estado de Derecho y de las libertades públicas.
No es a Venezuela que se dirige las sanciones previstas en la ley comentada, y que al momento de escribir esta nota solo se espera por la firma del presidente Obama. Se trata de funcionarios del des-gobierno de Maduro, por estar vinculados con hechos graves reñidos con la protección y defensa de los DD. HH, que comportan la agresión física, tratos crueles e inhumanos a los detenidos, detenciones arbitrarias, entre otras violaciones de parecida y deleznable naturaleza.
La ley gringa congelará activos y prohibirá emitir visados a 56 funcionarios del gobierno de Nicolast, por ahora, anuncio que los tiene con el estómago lluvioso, profiriendo improperios en contra de aquel gobierno.
El régimen y su séquito, no cansado de ofender y maltratar a todo aquél que no comparte la pesadilla en que se ha convertido este régimen de más de quince años, no ha tardado en denostar la medida legal de Congreso de U.S.A, defendiendo a troche y moche a sus funcionarios señalados en clara manifestación de apoyo, que no es otra cosa que la solidaridad automática con el abuso y el atropello que los caracteriza.
La impunidad roja rojita, al parecer, no tiene frontera. Algo similar corroboramos con el grosero respaldo dado al inefable Elías Jaua en el reciente caso que involucró viajes en PDVSA Airlines, con nana y suegra, y una pistolilla –no de agua- en la maleta de la yaya.
Y es que así son las cosas cuando desgobierna, indistintamente, proyecto, proceso o revolución, que arremete con sus amenazas y ofensas contra el honor de quienes adversan legítimamente su modelo autoritario.
De allí que ayer mismo, Nicolast vomitara sapos y culebras contra el gobierno y las instituciones norteamericanos, sin dejar pasar la ocasión para insultar nuevamente al líder civil Leopoldo López, acusándolo de criminal.
Dicho sea de paso, no es necesario ser «leopoldista», ni ser afín con sus propósitos, para advertir que está injustamente preso.Se puede pensar distinto, discrepar, aun estar en desacuerdo con sus modos, pero mantenerlo injustamente preso es un crimen.
También es un derecho humano el honor personal; cuando este se defiende, inmanente y connatural a la dignidad de cada individuo, no solo se defiende el honor subjetivo o interno que es la opinión que cada cual tiene de sí mismo, sino también el honor externo u objetivo que es la opinión que los demás integrantes de la colectividad tienen de nosotros; la buena fama que nos hemos granjeado.
La ley penal tutela el honor externo y objetivo, que es el único cuya existencia se puede establecer de modo cierto. La defensa o protección del otro honor, es decir, el subjetivo o interno, corresponde a cada cual, quien lo ejercerá en cualesquiera de los roles que cumpla en la sociedad, contra toda conducta dolosa que pretenda mancillar el honor propio, su reputación o su dignidad como persona.
Dijo Cervantes “al que maltrates con obras, no maltrates también de palabras, pues le basta al pobre el primer martirio”.
Los corruptos y pillos podrán lavarse las manos, pero nunca la conciencia porque hasta allá no llega el agua ni el jabón
Jesús Peñalver es abogado
Columnista de Opinión
penalver15@gmail.com / @jpenalver
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