Hermann Tertsch: La Rusia fanfarrona
13 de noviembre de 2014
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Nada había tan molesto en las estancias en Marienbad, Karlsbad o Baden Baden, decían algunos de los viejos visitantes aristócratas de toda la vida en aquellos balnearios allá en las postrimerías del siglo XIX, que los rusos nuevorricos.
Esos rusos cargados de joyas, mujeres sin recato y niños de pésima educación. Eran los más ruidosos, los más ordinarios y los más ostentosos. Los rusos educados, los aristócratas terratenientes, que pasaban parte del año en Paris, Viena, Roma y Berlín, huían de sus compatriotas. Estos eran muchas veces más ricos que ellos gracias al comercio y los buenos proyectos industriales en la segunda mitad del siglo.
Se habían generado grandes fortunas de forma muy rápida y como sus homólogos en EEUU, los grandes magnates del ferrocarril y la industria, eran pendencieros y matones. La falta de escrúpulos que los había hecho ricos la trasladaban a sus caprichos. Mientras, unos como otros, usaban su dinero para uniremos despliegue de poder de seres primarios que todo lo profanaban y enlodaban con su ebria fanfarronería. En América, los que no se estrellaron y arruinaron buscaron su respetabilidad postrera. A algunos les dio tiempo de comprarla aun en la primera generación. Otros nombres célebres lograron el respeto y dignidad social con mecenazgos y fundaciones, hospitales y misericordias. Y esas familias hicieron historia y muchas están presentes en Estados Unidos. En Rusia no fue así. Los que no se arruinaron fueron asaltados y saqueados por las revoluciones.
Muchos fueron asesinados y los más afortunados huyeron con lo que podían llevarse. Sus familias perdieron las raíces y en su mayoría también el idioma. Y se convirtieron en familias occidentales que, cuando cayó el régimen soviético, nadie había ya dispuesto a retornar. A los países centroeuropeos, en los que el régimen comunista duró cuarenta años, retornó mucha emigración de vieja aristocracia, gran burguesía y fortunas. Muchos recuperaron propiedades, tierras, industrias, comercios y palacios que les habían sido arrebatados. Y se restableció la relación de amor a la propiedad y vocación de trabajo, compromiso y servicio. En Rusia nada de eso existió.

Boris Berezovsky y Roman Abramovich
Cuando se privatizó lo hicieron lo más rápidos y los más corruptos con relaciones especiales en la dictadura en disolución. Así surgieron los grandes oligarcas, el el saqueo de las propiedades del estado agonizantes. Después hubo hombres de negocios, unos más corruptos y brutales que otros. Pero jamás hubo unas relaciones razonables de limpieza. Y no hay dinero viejo ruso. De ahí que la relación con el dinero de todos ellos sea la del campesino ganador de la lotería. Los ricos riquísimos gracias a las materias primas ante todo se acomodaron a los tiempos primero de Yeltsin y después de Putin. Los que no se acomodaron están en el exilio o muertos. Y los ricos rusos comenzaron a inundar todo el mundo del lujo como en su día hicieron en Marienbad, en Carlsbad o en Baden Baden. Están en todas partes. Han comprado el centro de Londres, gran parte de Viena y de muchas capitales europeas. Son otra vez los más ruidosos y ostentosos en todas partes. BadGastein a Marbella, de Miami a Viña del Mar u Orange County. Lo quieren comprar todo. Y lo quieren ya. Pero como todos sus oligarcas, no solo tienen un dinero rápido y muy dudoso casi siempre. Tienen una inmensa fragilidad en unos negocios tantas veces dependientes del poder político y sus favores. Los hijos de lo más listos ya estudian en los mejores colegios y universidades en occidente. Se sofisticarán los chicos. Pero ellos son la primera generación, como la propia Rusia, fanfarrona. Y la Rusia nuevorrica ahora dice no poder pagar a Fabio Capello, su jefe técnico.
Quiso Rusia tener la mejor liga y la mejor selección y al mejor entrenador y el mejor campeonato del mundo para dentro de cuatro años. Y se gastó dinero sin fin y se hicieron inmensos planes. Pero la Rusia fanfarrona se ha metido con el mayor fanfarrón de todos en una guerra. Y el dinero es muy caprichoso. Y el ruso rico es muy sentimental pero no necesariamente idiota. Y hoy de repente no tienen mineros nueve o diez millones para ir pagando a su seleccionador. Cuando los rusos fuera tienen equipos enteros en las mejores ligas. Quizás Rusia, pensarán algunos, ha querido más de lo que es capaz. Y quien habla de fútbol habla de tierras, de vecinos y de guerras.
Hermann Tertsch
@hermanntertsch
Periodista español. Columnista del ABC de España. Comentarista de Televisión
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