Antonio Sánchez García titula: ¡CUBA SÍ, YANKIS NO!
13 de agosto de 2017
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¡CUBA SÍ, YANKIS NO! Vuelve a resonar, ahora con un dejo ruin y amargo, la vieja consigna “CUBA SÍ, YANKIS NO”. Cuba sí puede y tiene derecho a explotar y oprimir a Venezuela. A los yanquis les está vedado el derecho de asistir a liberarla. Es la vieja, la monstruosa alienación de las izquierdas. Pobre y miserable región, destinada a ser regida por la estulticia y el fanatismo.»
Por su participación en una guerra que se libraba en suelo europeo y en la que se involucrara por razones estrictamente ideológicas, los Estados Unidos sacrificaron durante la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) a 116.516 de sus soldados, muertos en combate. Lejos de su patria. Veinte años después tuvo lugar la Segunda Guerra Mundial, en la que el pueblo norteamericano no tenía ningún deseo de participar. Pero la dimensión de un conflicto que amenazaba con arrasar con todo lo que ha constituido desde su nacimiento la esencia de su existencia social – la libertad y la democracia – y en inevitable respuesta a una monstruosa agresión de los japoneses los Estados Unidos terminaron por involucrarse, asumiendo todo el peso de la lucha en todos los escenarios occidentales de la llamada II Guerra Mundial: sobre esos distintos escenarios cayeron 405.399 soldados muertos en combate. Vale decir: por su contribución a las victorias de la humanidad sobre el fascismo, el nazismo y el autocratismo despótico de origen germánico los Estados Unidos sacrificaron 521.915 ciudadanos. Sin contar los heridos y las gigantescas pérdidas materiales y la inversiones que fueran requeridas para preparar las condiciones de sus ejércitos.
Luego de los profundos cambios geoestratégicos sufridos por la humanidad en razón del fin de la Segunda Guerra, la conquista por el comunismo soviético de la mitad del planeta, y el que parecía el incontenible avance del comunismo en el mundo, los Estados Unidos se vieron compelidos a asumir la defensa de la libertad y la democracia en todo el mundo. Y librar feroces guerras de exterminio, que culminan con la defensa de un Occidente que ha claudicado frente al terrorismo talibán. Y el que continúa prisionero de ancestrales prejuicios que, como nadie puede desmentirlo hoy, en América Latina se condensan en lo que constituye la esencia de su inveterado desvarío político cultural: el antiimperialismo norteamericano. Un desvarío de una relación de amor y odio que más se profundiza mientras más crítica se vuelve la situación de nuestras sociedades.
¿Para qué ha servido la llamada “revolución bolivariana”, última excrecencia del genético antiimperialismo norteamericano que alimenta los odios y los rencores del complejo de inferioridad latinoamericano? Para que sus dirigencias – comunistas, militares narcotraficantes y empresarios inescrupulosos – saquearan en nombre del socialismo del Siglo XXI las arcas fiscales. Y mientras bramaban su odio al imperio y su declaración de guerra a muerte a los Estados Unidos y su amor incombustible a Fidel Castro – que le jurara a su mujer dedicar su vida a un único objetivo: luchar contra los estados Unidos – abrieran cuentas bancarias y empresas en los Estados Unidos, compraran fastuosas residencias, lujosos yates, aviones y automóviles en territorio norteamericano. El espaldero de Chávez, conocido como “el tuerto Andrade”, recompensado por la pérdida de uno de sus ojos debido a una travesura del teniente coronel, con la jefatura y custodia del tesoro del Estado, llegó al extremo de cumplir su gran sueño: montar una exquisita caballeriza de competencia en La Florida. La hija del teniente coronel de tan pobres y humildes orígenes como su padre, sin estudios universitarios, posee una cuenta por varios miles de millones de dólares, como el barón de PDVSA Rafael Ramírez, blindados ambos ante el Departamento del Tesoro y la Casa Blanca con la embajada de Venezuela ante la ONU. Convertida así en guarida de narcotraficantes y ladrones de su talante.
Cuba recibió de dicha revolución de ladrones y narcotraficantes enmascarados de marxismo leninismo, guevarismo y otras yerbas antinorteamericanas tan caras a la conciencia pervertida de la región, un estimado de cinco mil millones de dólares anuales y cien mil barriles diarios de petróleo. A estas alturas unas cifras desconcertantes. A cambio, colmo de los colmos, de la invasión de sus tropas disfrazadas de asesores deportivos y médicos de circunstancias. Poco importa que la Resistencia – único enemigo verdadero de la dictadura, dada la concupiscencia manifiesta de la oposición oficializada con el régimen – terminará por desalojar a Maduro del poder: esos cientos de miles de millones de dólares regalados en ofrenda de la estulticia militarista venezolana a sus amos cubanos, jamás retornarán a las arcas fiscales de nuestro país.
Nada de todo esto es desconocido de los gobiernos de la región ni muchísimo menos de las izquierdas hispanoamericanas y mundiales. Incluidas, naturalmente, las venezolanas. Cómplices del injerencismo cubano y mortales enemigos de los Estados Unidos. Quienes aplauden a la tiranía cubana y observan con beneplácito el sufrimiento de un pueblo aherrojado por las botas cubanas. Pero ha bastado que el presidente de los Estados Unidos asome la posibilidad de asumir la defensa armada de un pueblo oprimido y esclavizado por el imperialismo cubano para que se desaten las iracundias de las jaurías filocastristas.
Vuelve a resonar, ahora con un dejo ruin, amargo y traidor, la vieja consigna del ¡CUBA SÍ, YANKIS NO! Sin una gota de resabio liberador. Cuba sí puede y tiene derecho a oprimir a Venezuela. A los yanquis les está vedado el derecho de asistir a su liberación. Es la vieja, la monstruosa alienación de las izquierdas. Pobre y miserable región, destinada a ser regida por la estulticia y el fanatismo.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
sanchezgarciacaracas@gmail.com
*Profesor de Filosofía Contemporánea en la Maestría de Filosofía de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela.
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