Juan Diego: Volvamos al alma
12 de noviembre de 2014
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Estamos inmersos en un patrón colectivo y cultural que nos invita a vivir la apariencia constante de estar siempre rozando una superficie gruesa que no permite entrar en las profundidades, para encontrar un camino que haga de nuestro paso un gesto más humano.
Esta sociedad líquida, como la define el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, se basa en el estar todos bien, con una sonrisa plástica y la máxima de ser quienes somos de acuerdo con nuestra forma de consumo.
Hoy, los conceptos del alma ni siquiera son discutidos como requerimientos existenciales; pareciera que incluso las religiones han adoptado un carácter más intelectual y de razón pura, para en algún momento, debatir postulados científicos que puedan interponerse a los dogmas establecidos por las creencias. No hay duda que la expansión científica es asombrosa, el mundo de lo impensable ya no es utópico, sino una verdadera posibilidad.
Siempre he manifestado que la evolución en cualquier ámbito es necesaria, y que negarse a ella es literalmente una estupidez; pero de allí a sugerir que podamos convertirnos en una especie de dios, sin limitación alguna, es ya una sentencia a la verdadera razón de nuestra existencia, que a mi entender no es otra que transformar la vida.
La ciencia ha suplido los requerimientos de un mundo que no encuentra respuestas a sus inquietudes fundamentales. Es por eso que me atrevo a decir que se ha convertido en una nueva religión, que alivia las angustias básicas del ser humano. Estamos bajo una medicación profunda que, por los menos, anestesia y nos permite sobrevivir, aunque eso signifique vivir muriendo un poco cada día.
Si a este panorama sumamos un sinfín de corrientes autodenominadas alternativas, que en varios casos son más charlatanerías que otra cosa, podríamos concluir que en este extravío, todo aquello que alivie un poco funciona, sin saber que el daño es cada vez más hondo: lo evasivo sólo nos aleja de nuestro trabajo de alma.
La barbarie que se expone en nuestra sociedad es mucho más aguda, requiere más de un análisis simplista, más que una píldora, más que un método de autoayuda; requiere un despertar de la conciencia que nos invite a un nuevo pensamiento y nos extraiga del adormecimiento invasivo, para empezar a encontrar formas que resulten en un trabajo interno. La conducta no es otra cosa que el grito desesperado del alma reclamando ser atendida, ser acariciada para abrigarnos. Padecemos de lo que somos, sin embargo nos quedamos ingenuamente pensando que la sanación está por fuera y no en el sentir infinito de lo que llevamos por dentro.
Si de algo la historia puede dar fe es que los grandes acontecimientos que han marcado nuestras páginas siempre han sido procurados por las minorías, que han comprendido que sólo la voluntad y la disciplina del alma nos pondrán en el camino hacia la felicidad.
Decía el gran psicoanalista Carl Gustav Jung: Quien mira hacia afuera sueña, quien mira hacia adentro despierta
Jonathan Humpierres (Juan Diego)
Cantautor, músico y abogado venezolano
juandiegocd@yahoo.com
@juandiegocdh
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