Meryl Streep perfección interpretativa

12 de marzo de 2020

Meryl Streep 09098



Si pensamos en una actriz que representa la perfección interpretativa en el cine moderno, seguramente el primer nombre que se nos viene a la cabeza sea el de Meryl Streep. Única en la historia moderna de Hollywood, esta mujer es capaz de transmitir candor con una sola mirada o dejarnos prendados de sus escenas con esos gestos sutiles que tanto la caracterizan. Esos que solo ella sabe hacer, delicados y femeninos, que cargan tanta emoción como seducción (que nos provocan tensión con tan solo acariciar la puerta de la furgoneta en Los puentes de Madison). Y aunque su filmografía parezca impoluta a primera vista, no es perfecta. Ella misma guarda rencor a un personaje en particular que desearía repetir de nuevo.

Y no, no es la bruja de la infumable Into the woods (musical que a más de uno nos gustaría borrar de nuestra memoria).

A Meryl le gustaría volver el tiempo atrás para hacer de nuevo la película que le valió su primera nominación al Óscar a mejor actriz protagonista (ya tenía dos nominaciones -ganó una de ellas- como secundaria).

Meryl Streep La mujer del Teniente Francés
Hablamos de La mujer del teniente francés (1981), aquel drama basado en la novela de 1969 de John Fowles en donde ella y Jeremy Irons daban vida a dos personajes de forma paralela: una pareja unida por la lujuria y la humillación pública en la Inglaterra victoriana y los actores sumidos en un affaire secreto que interpretaban a esos personajes en una película en los años 80s.

Muchos recordarán que esta película fue un clásico en los comienzos de su carrera, el primer trabajo protagonista para ella y para Jeremy Irons. Meryl recibió todo tipo de premios y alabanzas por esta actuación en aquel entonces. Corría el inicio de los años 80 y ya se había coronado como la niña mimada de Hollywood. Había alcanzado la gloria con papeles secundarios que se robaron todo el protagonismo sobre los hombres que la acompañaban. Como fue el caso de El cazador (1978) junto a Robert DeNiro, ganadora del Óscar a mejor película por la que obtuvo su primera nominación a mejor actriz secundaria, ganándolo el año siguiente por Kramer contra Kramer (ese clásico con Dustin Hoffman que hoy funciona de maravilla como largometraje complementario al éxito de Netflix, Historia de un matrimonio).

Así lo confesó ella misma en varias entrevistas, como lo hizo en el año 2016 en una de sus visitas al programa de Graham Norton. Le preguntaron si existe alguna actuación suya que al recordarla piensa que fue “una mierda” (palaras de Norton), y su respuesta fue que sí. Al principio no quería decir de cuál se trataba hasta que confesó el título del drama de 1981. Según ella, el motivo que la llevó a quedarse disconforme fue «la estructura» de la historia porque fue «algo artificial». «Y es que yo era la actriz que interpretaba ‘La mujer del teniente francés’ y al mismo tiempo era la actriz americana interpretando a una británica”.

“Me escucho ahora y… era joven y nueva en esto. No me siento tan satisfecha. No sentí que lo estaba viviendo. La verdad es que siempre quieres hacerlo mejor después de haber terminado», dijo.

Entonces, en ojos del espectador ¿tiene razón en albergar disconformidad con esta actuación? Pues sí. Tiene toda la razón. Meryl nos ha malcriado con sus interpretaciones magistrales y su talento camaleónico asombroso, y en aquella producción, ese talento estaba escondido en esa incomodidad a la que hace referencia.

He visto la película de nuevo para escribir esta anécdota, y efectivamente tiene motivos para rechazar esta huella de su pasado. Que haya recibido nominaciones y aplausos resulta anecdótico cuando la comparamos con el resto de sus películas. Si bien la temática de La mujer del teniente francés ha logrado mantenerse vigente y sigue resultando interesante, el estilo interpretativo adoptado por sus actores caducó hace mucho tiempo. Las actuaciones de todos los implicados son dignas de un melodrama de décadas previas. Besos apasionados entregados con brutalidad, de esos del cine de los años 30s o 40s donde apenas se rozaban los labios pero movían con exageración la cabeza y los brazos. Reacciones físicas temblorosas para darle expresión física a la pasión, gestos melodramáticos exagerados y gritos. Muchos gritos.

Viendo la película de nuevo podemos comprobar que todo el reparto repite ese estilo interpretativo, lo que me lleva a sospechar -o culpar- al director Karel Reisz.

Para aquellos que no lo recuerden, La mujer del teniente francés era un drama entre victoriano y moderno que hablaba sobre la humillación detrás de la lujuria en épocas diferentes. Primero, a través de una mujer hundida en la vergüenza autoimpuesta y pública tras haber mantenido un romance con un extranjero siendo soltera en el año 1867. Ella lleva la letra escarlata grabada en sus andares y su mirada, y es el hazmerreír del pueblo por su melancolía siempre observando el mar. A su vida llega un hombre comprometido con otra, que se acerca con empatía preocupado por ella, para comenzar a sentir una atracción que nace de las miradas y la curiosidad. En esta película existe una escena que quedó grabada en la historia del cine: aquella de Meryl dándose la vuelta para mirar a Irons con una mirada inocentemente seductora llena de dolor y necesidad, con la bruma de la ola en medio de los dos.

Paralelamente, vemos a dos actores que ruedan una película sobre esta misma historia mientras viven un romance extramatrimonial, apasionados y unidos por el secreto que mantienen. En la era victoriana, la vergüenza los perseguía hasta el punto de separarlos y unirlos varias veces. En los 80s, el remordimiento es prácticamente inexistente.

La película no es mala en sí misma. Para nada. Estéticamente es elegante, preciosa y refleja una historia con crítica social incluida sobre el papel de la mujer y su libertad en épocas diferentes; sobre el rechazo social con que se juzgaba el adulterio o la necesidad de supervivencia a través de la prostitución, pero el dramatismo plasmado en las actuaciones es hermano directo de Lo que el viento se llevó (1939). Y realmente resulta insólito ver a Meryl entregándose de esa manera al personaje, tirándose al suelo en momentos dramáticos, demostrando debilidad física por la vergüenza pública… Se supone que su versión victoriana es la de una mujer misteriosa, que guarda mentiras y secretos desconocidos incluso para el espectador. Por momentos lo consigue, y el toque melodramático acentúa esa faceta engañosa. Pero a veces resulta insoportable de ver.

Meryl Streep impaciente
Meryl Streep tiene un espíritu perfeccionista y se nota con solo observar su filmografía, pero en estos inicios, esa inseguridad ante un papel que la sacaba de su zona de confort quedó plasmada en la pantalla. Y es que muchos quizás no lo sepan, pero Meryl tuvo que tomar clases diarias con un entrenador vocal para desarrollar acento inglés por primera vez (y le sale fatal) y pasó tres meses en el país británico antes de comenzar el rodaje para practicar el acento victoriano (que no sirvió para nada ya que es inexistente en la película). Es decir, se preparó arduamente pero el resultado no estuvo a la altura.

Meryl se hizo con el papel cuando el autor de la novela la vio en El cazador (1978) y Kramer contra Kramer (1979), aunque tuvo que competir contra Gemma Jones, Helen Mirren y Francesca Annis (Mirren era la elección inicial del autor de la novela previamente). En el caso del personaje masculino, Jeremy Irons debutó con su primer papel protagonista con esta producción, aunque el papel pudo haber sido para Robert Redford y Richard Chamberlain.

Quienes hayan leído la novela de 1969 saben que no cuenta con una trama dividida en dos como la película, pero sí tiene tres finales alternativos para que el lector elija. Al crear una historia paralela a través del affaire entre los actores que interpretan a los personajes victorianos, la película repitió la misma idea con dos finales.

La buena noticia es que Meryl no tendrá un buen recuerdo de aquel drama romántico, pero enseguida pudo resarcirse. Los aplausos y la Academia (¡con 5 nominaciones!) no se dieron cuenta de que La mujer del teniente francés no superaría el paso del tiempo con la misma maestría que la gran mayoría de sus interpretaciones, y rápidamente pudo retomar su fuerza. En 1982 estrenó La decisión de Sophie (182), ganando su primer Óscar como protagonista, y le siguieron Silkwood (1983) y Memorias de África (1985). Una joyita tras otra. Actualmente mantiene el récord al actor con mayor cantidad de nominaciones de los premios Óscar con un total de 21 (17 como actriz protagonista y 4 como secundaria), ganándolo tres veces. Pero eso no es todo. Tiene el mismo récord en los Globos de Oro con 32 candidaturas entre cine y series.

Una Nota informativa desde nuestra Mesa de Redacción
Fuente: Agencias



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