Álvaro Vargas Llosa titula: Culturalidades…

9 de marzo de 2020

Culturalidades




Si le digo a una española, francesa o italiana: «Luces como un millón de dólares» («you look like a million bucks»), me dará un definitivo puntapié en mis zonas blandas. Si se lo digo a una yanqui, lo tomará como un piropo (lo habría tomado así cuando estaba permitido piropear). Si le digo a un amigo europeo que afronta una dura adversidad: «Muerde la bala» («bite the bullet»), me creerá un desalmado. Si se lo digo a un gringo, entenderá que le doy ánimo y confío en su entereza. Si le digo a un joven europeo que está iniciando su carrera: «El cielo es el límite» («the sky is the limit»), me tomará por un carca oscurantista. Si se lo 
digo a un norteamericano, apreciará mi fe en su infinito potencial. Si una amiga europea me cuenta que ha iniciado una relación profesional interesante y yo le digo: «Conviértela en cash» («cash in on it»), me dará un estruendoso bofetón, convencida de que quiero que se acueste con el tipo por dinero o de que la creo una vulgar metalizada. Si se lo digo a una amiga estadounidense, le resultará lógico que yo sugiera que le saque partido a esta oportunidad profesional. Si le digo a un maniaco-depresivo europeo que hay «una línea plateada» («a silver lining») en la negra nube de su vida, creerá que soy un poeta de medio pelo. Si el susodicho es alguien de la tierra de Lincoln, quizá yo le contagie optimismo.

Estados Unidos un gran país
Estados Unidos, con sus defectos, es un gran país construido no sobre un mito nacional sino sobre un credo, una idea, que cabe en pocas palabras: no importa de qué lugar, clase social o historia provengas, ni lo que el gobierno haga por ti, sino lo que tú te propongas crear mediante un esfuerzo orientado hacia fines que estiren el perímetro de lo posible, con un único límite: la libertad, la propiedad y la vida de los demás. Por eso no hay, no podría haber, un culto a un Don Pelayo o a un Vercingétorix yanqui, ni un cómic como Astérix: la Reconquista de los americanos no es la de Don Pelayo, ni su mito nacional es la Guerra de las Galias contra Julio César; su origen es un sencillo grupo de valores reflejado en unas instituciones en las que caben todas las naciones, todos los mitos, todos los individuos. Estados Unidos no siempre ha estado a la altura de su propia idea: pero a lo largo del tiempo, con horrendas excepciones que se fueron corrigiendo, esa idea ha mantenido vinculados a unos y otros y ha hecho de los estadounidenses una sociedad pujante y culturalmente avasalladora para las demás.

EEUU esperanzas
Si no se entiende esto, no se entiende que el millón de dólares es el espejo de un mérito, que la bala mordida es la máxima prueba de resistencia, que el cielo no es sólo para los muertos sino también para los vivos, que sacar provecho a las cosas y personas no es un acto egoísta y que el optimismo no es un estado de ánimo sino un mandato existencial.

Cuando Europa entienda mejor estas insolentes idiosincracias, los yanquis acaso despertarán al otro lado del charco algo más que sentido de superioridad, envidia o miedo.

Alvaro Vargas Llosa
Escritor y periodista peruano


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