Ignacio Camacho: El Expreso de Oriente
7 de diciembre de 2013
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Existe un método bastante eficaz para mejorar los resultados del Informe PISA, y consiste en preparar a fondo a los alumnos para los exámenes del Informe PISA. Algunos pedagogos sospechan que ése es el secreto del despegue de los países asiáticos en el célebre ranking docente de la OCDE, además de un masivo estajanovismo estudiantil gemelo del que los ha hecho famosos en el ámbito laboral. Récords de horas lectivas y de deberes domésticos: a partir de ahora habrá que decir también «estudiar como chinos». Frente a la didáctica de la banalidad, vaga en doble sentido heredera del mito de Summerhill, los coreanos, japoneses, malayos y hongkoneses han progresado a base de hincar codos, el viejo régimen arrinconado por las indoloras sociedades europeas. No es improbable que en su estrategia casi militar de avance educativo hayan incorporado también la rancia disciplina de los pescozones.

Pero si algo queda claro en el prolijo documento es que cada uno se organiza como mejor puede y que lo que funciona en un lugar no tiene por qué valer en otro. Finlandia, icono clásico de la educación europea, apenas pone deberes a su alumnado. España ha incrementado generosamente sus recursos e inversiones sin obtener progresos en una década, y tiene el más alto índice de titulación de profesores. Singapur casi se sale de la tabla con maestros que apenas reciben cursos de reciclaje. En Japón, otro de los líderes, la integración de los padres en la vida escolar es mínima. No hay categorías abstractas extrapolables ni paradigmas objetivos que garanticen la excelencia. El instrumento de medición es fiable, pero carece de conclusiones válidas más allá de sus propios resultados.

Por eso no tiene mucho sentido utilizar el informe para arrimarlo a batallas ideológicas o políticas, una tentación muy española. Quizá en lo que hayamos fallado nosotros no sea tanto en la enseñanza propiamente dicha como en la creación de una cultura pedagógica que valore socialmente la utilidad del aprendizaje. En todos los países que avanzan existe una conciencia muy sólida de que la educación es una herramienta de progreso, un factor competitivo que ayuda al éxito profesional. Se respeta el mérito, se cultiva el esfuerzo y por lo general se estima al profesorado, aunque se le pague de modo desigual. En España tal vez falte esa consideración del estudio y del conocimiento como la base del desarrollo individual, la escalera de ascenso a una vida mejor. Estabulamos a los chavales en la escuela, pero no somos capaces de transmitirles para qué sirve lo que hagan en ella.
Y eso sí: las pruebas de la OCDE son sobre todo de lenguaje y de matemáticas. No parece que a los expertos de la instrucción pública mundial les importen la religión, el peso de los idiomas vernáculos y otras apasionantes materias que copan nuestro debate político mientras se nos escapa el expreso de Oriente.

Ignacio Camacho
Periodista español
Agradecemos al Diario ABC por permitirnos reproducir este artículo

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