Hermann Tertsch: Venezuela, región cubana y foco infeccioso
7 de noviembre de 2019
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Caracas está detrás del tsunami
totalitario en Iberoamérica
Hace seis meses se tambaleaba la sanguinaria dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Los países de la región habían dado pasos sin precedentes en el acuerdo que que era inaplazable acabar con el régimen chavista que en pocos años ha hundido al país en una sima de miseria, violencia y crueldad inaudita. Hace seis meses hacia serias expectativas de que el Grupo de Lima, bajo auspicios de la OEA y con apoyo de EEUU organizara una operación para el desalojo de los principales cabecillas de la mafia que gobierna en Caracas bajo Maduro. Para poder iniciar una transición en serio hacia la democratización, el restablecimiento de la ley y el orden público y la restauración de una seguridad jurídica que permitiera reactivar una economía destruida hasta límites inconcebibles.
Con el nombramiento de Juan Guaidó como presidente provisional elegido por la Asamblea Nacional, el único órgano con cierta legitimidad que emana de las elecciones de diciembre de 2015, se consideraba que había una via constitucional y legal para declarar definitivamente usurpador a un Maduro que ya incumplía todos los requisitos para permanecer legal y legítimamente en la presidencia. Mas allá de las informaciones sobre su nacimiento como colombiano, que supondrían que jamás ha sido legítima su presidencia.
Con esa presidencia provisional de Guaidó que generó muchas esperanzas que creyó que por fin la oposición podría presentarse unida con un claro frente de ataque para exponer toda la incapacidad, la perversión y la culpa de este régimen de Maduro y sus secuaces. Y que por fin el régimen había perdido su fuerza de influencia en la oposición. Que ha sido desde la época de Chávez la forma en que, por presión y corrupción, el régimen ha tenido neutralizada a la oposición siempre.
Pues toda la operación fracasó. Porque Europa se opuso vehementemente a una intervención exterior. En Washington se dejó claro que tendría que ser a petición de la oposición venezolana y la OEA. Y en la oposición venezolana, totalmente infiltrada y en gran
medida comprada por el régimen, se volvieron a activaron las posiciones disuasorias de una intervención. Con el relato de que la intervención produciría mucha violencia y muertes, se fueron neutralizando todas las fuerzas partidarias de una acción contundente contra Maduro. Y volvieron a surgir “las fuerzas del compromiso” que en realidad son las de la continuidad del régimen.
Que advertían sobre efectos catastróficos de una intervención “extranjera” o” imperialista”. Como si no existiese ya una flagrante intervención extranjera en Venezuela con la presencia masiva de fuerzas cubanas en las estructuras de poder, en fuerzas armadas y policiales y servicios de información y la policía política. Como si no estuvieran allí fuerzas rusas y hasta iraní a través de la presencia de del grupo terrorista libanés Hizbullah, d obediencia a Teherán.
Como si fuera a truncar una paz y tranquilidad y no una situación de extrema violencia, desesperación y muerte con los 30.000 asesinatos anuales y las muertes por hambre y enfermedad, en ciudades sin electricidad, comida y medicinas o entre millones que están en la huida por los países de la región. La intervención para acabar con la usurpación no se hizo y en cambio se iniciaron una vez más unas conversaciones entre parte de la oposición y el régimen de maduro que solo trajeron lo que siempre han traído este tipo de “diálogos”, una reafirmación en el poder del régimen, una división aun mayor de la oposición y nuevos miembros de la misma descalificados como peones claramente comprados por los dineros de Caracas.
Así ha sido siempre. Para ello ha jugado un papel muy destacado un siniestro personaje español, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Se presentó ya en 2015 como supuesto mediador entre régimen y oposición pero se ha revelado como un agente y mano derecha de Maduro llegando a unos grados de complicidad con el dictador y sus prácticas mafiosas de extorsión, amenazas y manipulación de presos políticos que lo convierten ya en ojos de los venezolanos en el más odiado cómplice de la banda criminal que dirige el régimen. Zapatero ha intervenido sospechosamente en todos estos años siempre en defensa del régimen criminal y según muchos, defendiendo los intereses tanto de Maduro como de políticos y empresarios europeos en relaciones muy cuestionables o abiertamente corruptas con aquel régimen.
El país más rico de Hispanoamérica, con las reservas de petróleo más grandes del mundo, entró hace casi veinte años en el proyecto del Socialismo del siglo XXI del comandante Hugo Chávez.
Hoy la economía ha colapsado, en las ciudades hay peleas por disputarse los restos de comida en las basuras, el venezolano medio ha perdido masa muscular, mueren niños por falta de alimentos y viejos y enfermos por inexistencia de medicinas, viejas enfermedades erradicadas han vuelto, 30.000 venezolanos mueren asesinados todos los años, en 2016 se registraron 7.000 ejecuciones extrajudiciales, según un informe de la ONU, y cinco millones han huido ya del país en un éxodo camino de superar el de Siria con su guerra brutal y masiva. Venezuela es ya el país más peligroso del mundo, incluidos los que son escenarios de guerra. Para combatir la corrupción de la democracia, los venezolanos eligieron democráticamente como líder a un militar que acababa de ser indultado de su condena por intentar un golpe de estado. El resultado fue ese surgimiento del socialismo de nuevo cuño que no era sino el proyecto comunista cubano en el que la guerrilla terrorista cedía el protagonismo a a la diplomacia de la chequera de Hugo Chávez, inflada por unos ingresos colosales con el barril a 150 dólares, y capaz de comprar voluntades por todo el continente y el mundo entero.
Hoy Venezuela se ha convertido en un inmenso escándalo mundial. No solo porque lo gobierna un régimen criminal e inepto, formado por la cúpula comunista del antiguo partido de Chávez, el PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela), la corrupta cúpula militar de unos 2.000 generales ya y todos los participantes nacionales y extranjeros, de ese gran saqueo permanente y sin escrúpulos de todas las riquezas del estado. No solo porque Maduro paga la lealtad de los militares con su participación en el tráfico de cocaína y de combustible, sus conexiones internacionales con socialistas y comunistas iberoamericanos y españoles con parte del beneficio del cambio monetario y comercio y su dependencia de Cuba y otros socios con el suministro de petróleo y el servicio de las bases militares para el narcotráfico hacia EEUU y Europa vía África.
Porque el régimen paga de una forma u otra a todos. Para mayor detrimento y daño de los bienes de Venezuela vilmente expoliados. Así paga su protección internacional de China y Rusia con la entrega de su minería de metales estratégicos y preciosos y su producción de oro. Y deja a bandas y guerrillas que destruyen el Amazonas para la extracción del oro mediante lavado con productos químicos. La Cuenca del Orinoco es víctima de una salvaje deforestación que paradójicamente parece molestar menos a los grupos ecologistas europeos que otras en otros países.
Venezuela es un escándalo porque, como Cuba, exporta masivamente desestabilización, subversión comunista, mensajes enemigos de las democracias, armas, blanqueo de dinero del petróleo y mucha, muchísima cocaína, que financia tanto al aparato interior como a las redes exteriores, sobre todo en España y los principales países europeos.
Es un escándalo porque este entramado de intereses ha conseguido, como paso con Cuba, que el régimen haya comprado su supervivencia a unos y a otros para perpetuar la represión, la esclavitud de la población, los privilegios obscenos de los cuadros dirigentes y la formación de fuerzas para la desestabilización del exterior. Como las unidades de los grupos terroristas colombianos de las FARC y ELN que controlan amplios territorios en Venezuela.
Ahora el régimen se siente seguro y ha empezado una contraofensiva. Las conversaciones de Barbados han servido exactamente para lo que querían, es decir para consolidar a Maduro y dividir aun más a una oposición que se pelea por dineros, favores y trato que les llega del gobierno. Para la defensa no hay como un buen ataque. Y los agentes de La Habana y Caracas ya están en todos los nuevos focos de desestabilización en todo el subcontinente. Están en las operaciones para catapultar a la izquierda chavista aprovechando el golpe que ha dado contra el parlamento el incapaz de Vizcarra.
Están en las barricadas que ardían en Quito para intentar derribar al presidente, hacer volver al poder a Rafael Correa y cerrar todos los casos de masiva corrupción y fraude que hay en Ecuador en marcha contra él. Están desde siempre los agentes de Cuba y Venezuela en los movimientos extremistas chilenos que han puesto en jaque al presidente Piñera. Ayudan a Kirchner y su candidato Fernández en Argentina y por supuesto están integrados en las fuerzas de Morales y su partido que acaban de cometer el enésimo brutal fraude electoral sin que en Europa se mueva una pestaña a nadie. Mexico está en plena deriva surrealista con AMLO y nadie sabe realmente a dónde puede llevar esa errática política del megáfono izquierdista.
En Europa se sigue tratando a Iberoamérica como un terrario para la experimentación social y política sin que molesten mucho las consecuencias, siempre trágicas para los habitantes allí. Terrible y vergonzoso ha sido el papel jugado por Federica Mogherini que ha favorecido a todos los grupos del mesianismo y aventurerismo izquierdista e indigenista siempre en contra de las opciones racionales de demócratas de corte occidental y defensores del mercado. Esperemos que Borrell, muy amigo de muchos izquierdistas iberoamericanos o peligrosamente cerca de socialistas con intereses siniestros en el continente, no nos haga añorarla. Hay que reaccionar ante el fracaso de la ofensiva democratizada que iba a acabar con Maduro y ante la contraofensiva totalitaria que amenaza con derribar regímenes democráticos. Pero para eso tiene que haber en Europa el deseo real de salir de la zona del confort de la palabra hipócrita y entrar en el terreno de las acciones concretas contra los enemigos de la libertad en Iberoamérica.Hermann Tertsch
Periodista español y Eurodiputado
@hermanntertsch
Este artículo fue publicado originalmente por The Conservative
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