5 de febrero de 2014
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Pareciera que en nuestros tiempos el trabajo complejo de hacer pareja se ha convertido en una rara utopía, en un sueño inalcanzable que pocos logran concretar. Podría escribir millones de razones para esta palpable realidad, pero quisiera señalar en estas líneas la primordial causa, a mi juicio, de este fenómeno que no es otro que la imposición de una cultura que se inclina por lo descartable y desechable, en la que aferrarse a la disciplina y al compromiso no tiene valor alguno en nuestros días. Es más sencillo terminar y despedirse, que asumir la voluntad de ponerle el alma y las ganas para poder reparar y seguir un camino compartido.
Hago esta breve reflexión para subrayar en mayúsculas que la posibilidad de hacer pareja es cierta, posible y valedera; a pesar de que en nuestros obsoletos manuales de vida ese capítulo es inexistente, ya que nuestra formación ha estado solo enfocada al aprendizaje de formalizar una familia, que quizás sea el origen de la pareja pero que en el fondo son conceptos totalmente distintos.
Las crisis, incluyendo las de parejas, son fuentes extraordinarias para el crecimiento individual. Por esta razón no deben maquillarse ni mucho menos sublimarse, es necesario encenderlas con todo lo que traigan sin esperar un resultado favorable, ya que el verdadero triunfo está, sencillamente, en vivirlas. Cuando en la pareja estallan estas turbulencias debemos tener la madurez de transitarlas aunque la opción más fácil pareciera darle la espalda, lo que revela la ingenuidad máxima de creer que solucionamos el conflicto sin saber que más adelante estallará en proporciones agigantadas.
En mis años de estudio profundo acerca de las parejas les puedo asegurar, que solo aquellas que han encendido una luz a mitad de la madrugada y han tenido el coraje de preguntarse qué es lo que nos está pasando, son las que han logrado salvarse y reinventarse para poder estructurar una nueva manera de estar juntos. Por supuesto esta acción requiere de un coraje que solamente un adulto puede afrontar pues sabe que los vidrios estallarán y que posiblemente el abismo del dolor nos venga a despertar de las supuestas ‟comodidades”, que el tiempo ha mantenido en silencio, pero que han abierto una brecha aún más distante entre ambos.
Las crisis son encrucijadas, muy inciertas y sin garantía alguna de que en ellas esté la salvación. Sin embargo, el solo hecho de reconocerlas tendrá la contundencia de mover estructuras vencidas que abran posibilidades que van desde un reencuentro a un nuevo entendimiento o a una separación definitiva, que en ambas coyunturas siempre traerán cambios positivos, porque si algo anuncian estas turbulencias de pareja es que algo ya no da más y debemos tomar cartas en el asunto.
Estamos inmersos dentro de una cultura muy tramposa en la que el encuentro con lo ideal aparenta ser una posibilidad. Nos venden mitos que nos alejan del trabajo requerido para mantenernos con alguien; nos distraen con fantasías anestésicas que van desde los cuentos de hadas hasta las famosas tesis del alma gemela, que quizás sean ciertas pero que requieren de la voluntad y el compromiso de asumir la vida en pareja. Estas estructuras, muy adolescentes por cierto, son parte de la fragilidad del vínculo de nuestros tiempos en las cuales nada más buscamos estar bien y poco conectarnos con lo que la vida misma es: un matiz muy complejo de múltiples emociones, en donde la pareja también está incluida.
La pareja es una entidad viva por ende necesita de movimiento, de cambios, de muertes y renacimientos, no parte de la anhelada estabilidad, que solo reflejaría un deceso definitivo, requiere en primer lugar de hallarse como adultos; que comulgan con la razón y el entendimiento, que en la diferencias de ambos está una vía para un tránsito compartido, con la premisa clara, que no es una necesidad complementaria la razón que nos une, sino más bien un reconocimiento de saber que puedo vivir sin ti, pero tengo la voluntad y el compromiso de querer vivir a tu lado.
Las dificultades del vínculo serán parte del sendero, no es ni será fácil el recorrido, tampoco hay fórmulas exactas que nos puedan reglar un método perfecto para lograrlo. Debemos recordar que las mayorías de la relaciones de pareja nacen del encantamiento, del fantástico y apasionado encuentro, que deriva entre otras cosas del accionar químico, que todo lo nuevo siempre estimula. Ese Cupido burlón flecha la ilusión pasajera que una vez diluida en lo cierto de la vida, nos pondrá en el verdadero camino que puede llevarnos al amor, en donde ya no será el instinto apasionado el timón, sino la prudencia hábil de entender que solo el trabajo es la verdadera llama para mantenernos de la mano.
La pregunta es: ¿por qué estos dos seres, en algún momento se desconocen?; la respuesta es muy fácil; sencillamente porque nunca se conocieron. El enamoramiento es muy narciso, solo exponemos nuestra mejor apariencia, por el temor a que nuestros demonios hagan que la otra persona huya de inmediato, lo que no tenemos presente es que el tiempo es implacable para desbordar nuestros demonios, que más temprano que tarde saldrán al ruedo, a expresar quiénes somos realmente. Pero en este quiebre está la verdadera posibilidad de fortalecer el vínculo, siempre y cuando la madurez tome el control para armar todo un recorrido en el que la negociación lleve las riendas para poder salir adelante.
No hay relación perfecta que no arrastre dificultades, la crisis son parte de un protocolo que estará presente, siempre abrirán un recorrido nuevo que nos ponga en la labor diaria, que nos replantee y nos ubique en la disposición firme, de entender que solo el día a día puede hacer perdurable un destino para dos. Si existen relaciones para toda la vida, pero no por sentencia e imposición divina, la psique no tiene capacidad de manejar lo no perecedero por la sencilla razón de que somos mortales y que tarde o temprano moriremos, no obstante sí tiene la capacidad de la adaptación. Por eso la invitación es despertar con la convicción de que hoy será un nuevo día, y que pondré el mayor empeño para hacerlo mejor a tu lado y abrir así un nuevo capítulo que permita llevarnos de la mano para un recorrido en este complejo pero maravilloso encuentro de vivir en pareja.
Hasta un próximo encuentro.

Jonathan Humpierres (Juan Diego)
Cantautor, músico y abogado venezolano
juandiegocd@yahoo.com
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