Hermann Tertsch: Decencia frente a neutralidad

4 de noviembre de 2014

Joachim Gauck decencia




El presidente de la República Federal de Alemania, Joachim Gauck, levanta ampollas entre los bienpensantes. Ante el curso de unas negociaciones políticas para formar gobierno en el Estado de Turingia, ha dicho Gauck que sería un revés para la decencia democrática y muy difícilmente aceptable el hecho de que acceda a presidir un Estado federado un político de un partido de extrema izquierda que no reconoce y condena los crímenes del comunismo.

Cuando se cumplen los 25 años de la caída del muro y gracias a una amplia coalición con socialdemócratas del SPD y los Verdes, podría acceder a presidir el estado federado de Turingia el candidato Bodo Ramelow, un político del partido de extrema izquierda Die Linke. Es la formación heredera del Partido Socialista Unificado (SED), el partido comunista de la dictadura que jamás ha sido explícito en distanciarse de los crímenes del comunismo. Las palabras del Jefe del Estado han hecho saltar como muelles a todo el espectro de los políticamente correctos. Todos prestos a criticarle por «romper la neutralidad» y «equidistancia» que, según dicen, debe mantener desde el máximo cargo del Estado hacia todas las fuerzas políticas legales.

Gauck y Bodo Ramelow
Gauck no ha dicho que se impida que llegue Ramelow al cargo. Tan solo ha recordado que las generaciones que vivieron bajo la dictadura comunista tendrán dificultades para aceptar el retorno al poder de políticos con complicidad política e intelectual con aquella. Ha molestado mucho. Pero no le va a a importar. El actual jefe de Estado no se calló nunca cuando era un peligro hablar bajo la dictadura comunista. Por su coraje cívico y honradez y su constante defensa de los discrepantes, se ganó ya entonces una confianza y un prestigio que no han dejado de crecer. Cuando fue nombrado jefe del Estado por deseo expreso de la canciller Angela Merkel, todos sabían que llegaba alguien que no era un político al uso. Y que daría dolores de cabeza a todos. Incluida la canciller. Ha sucedido ya en varias ocasiones. Siempre recordando a los políticos lo que estos no quieren escuchar. Pero es que además Gauck se convirtió después de la caída del muro en un absoluto experto en los crímenes y abusos de la dictadura comunista. Porque, tras la unificación alemana en 1990, fue nombrado el primer encargado de los ficheros de la policía política de la Alemania Comunista.

StaSiPastor protestante conocido por su activismo en favor de los derechos humanos bajo la dictadura, Gauck se hacía cargo así del inmenso archivo del Ministerium für Staatssicherheit (Ministerio para la seguridad estatal) conocido por todos como StaSi. Eran cientos de kilómetros de estanterías de fichas, millones de documentos hechos pedazos en los últimos días del régimen comunista y guardados en bolsas para su reconstrucción y montañas de pruebas, fotos, cintas y otros objetos. Se convirtió así Gauck en el señor de todo el producto de décadas de la inmensa maquinaria de espionaje y represión dedicada a «la vida de los otros».

Yo le debo que, tras un encuentro que tuvimos en Madrid, me enviara lo que quedaba de dos fichas de la Stasi sobre mí de mi etapa de corresponsal acreditado en Bonn, en Berlín Oriental y Varsovia. Con contenido parcialmente destruido en las grandes operaciones de liquidación de pruebas organizadas por la StaSi cuando ya veían desmoronarse al régimen. Lo que quedaba del fruto de pesquisas sobre mí era decepcionante y aburrido. Gauck ha tenido el coraje de anteponer la defensa de la dignidad de las víctimas del comunismo a la cómoda equidistancia tan habitual en los políticos. De esos políticos que se esconden tras las convenciones porque no creen en nada más que en sus intereses inmediatos y permanentes. Gauck deja clara la inmensa diferencia, el abismo entre lo legal y lo digno y decente. Porque hay responsabilidades y compromisos que van más allá de lo exigido o establecido por las leyes.

Guillotinar la democraciaLas democracias occidentales tratan con inmensa tolerancia a sus enemigos. No todas por igual, por supuesto. Porque en Alemania o Francia sería impensable que el Estado tolerara lo que en España se acepta desde hace décadas a separatistas y demás violadores sistemáticos de la legalidad. En la mayoría de las democracias occidentales, unos políticos dedicados a gastar dinero público y violar la constitución con el objetivo declarado de destruir el Estado, su integridad territorial y su unidad de soberanía, estarían en la cárcel. Pero lo cierto es que todo occidente adolece de falta de coraje cívico y convicciones.

En aras de la comodidad se aceptan como respetables ideas y organizaciones que nada tienen de respetables. Como son todas las que defiendan cualquier dictadura o una de las dos ideologías criminales, la nazi o fascista y la comunista. El presidente de Alemania, con su larga experiencia y conocimiento sobre el sufrimiento de la dictadura comunista nos recuerda que no todo es respetable.


Hermann Tertsch


Hermann Tertsch

@hermanntertsch
Periodista español. Columnista del ABC de España. Comentarista de Televisión





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