Hermann Tertsch: La vieja cotidianidad como quimera

2 de diciembre de 2015

Cotiano no existe ya



 

Vamos a entrar en campaña oficial muy pronto. En cuanto a agitación apenas se notará porque llevamos en frenesí electoral desde hace más de un año. Lo que sí cambia ahora es que ya entramos en una fase en la que las encuestas, por mucho que se cocinen con sabores distintos, pendulan cada vez menos. Y la prepotencia de algunos que nos anunciaban la vuelta a la normalidad bipartidista tras unos sobresaltos pasajeros ya no resulta osada, es perfectamente ridícula. La vuelta a la cotidianidad acostumbrada es una añoranza personal lógica del hombre. Pero en la historia de las naciones suele ser el sueño irreal de quienes no entienden o aceptan el signo de los tiempos. La vana ilusión de reaccionarios, perdedores y no avisados en la política y en la vida. No habrá retorno a la cotidianidad en España. Quienes apostaron por ella ya han perdido.

Mundo una bombaEl momento internacional no ha ayudado a quienes pretendían convencer a los españoles de que hoy lo mejor es no moverse. Y que moverse solo puede traer inseguridad y caos. Porque todo el mundo, allá donde se mire, muestra que el inmovilismo estable y seguro no existe. Y que si no te mueves, ten la seguridad de que te mueven. Hay una guerra religiosa en marcha y Europa es uno de sus escenarios seguros. Nadie sabe si la UE existirá en dos décadas.

Van surgido fuerzas totalitarias extremistas por todo el globo y el prestigio de la democracia nunca fue tan bajo desde la II Guerra Mundial. El relativismo y el infantilismo de las sociedades de bienestar modernas han hecho estragos en su pensamiento, sus reflejos y sus instintos. Estragos que merman dramáticamente su capacidad de autodefensa. Siempre encaramadas a la montaña rusa de la ciclotimia, las masas son incapaces de asumir sacrificios para su autoconservación. Y los gobernantes no los plantean por miedo. En todo Occidente ocultan las necesidades de futuro y por supuesto las verdades. Para no hacer peligrar su propia subsistencia de legislatura en legislatura.

En España estamos peor porque aquí las verdades no son reprimidas solo por los intereses cortoplacistas de los gobernantes. También por una inquisición político-cultural impuesta por la izquierda, siempre asumida por la derecha y reforzada por el PP en esta legislatura con celo indecible y una política inaudita. Pese a ello, de la crisis, la quiebra generacional y un imparable cambio de ciclo han surgido fuerzas que han roto el cómodo equilibrio que algunos soñaban preservar. Aunque en la izquierda un PSOE en disolución fuera relevado por un partido más radical y totalitario.
Rajoy PPCreía el PP que eso generaría miedo, ganas de no moverse, cohesión propia y supervivencia del bipartidismo. Todos esos cálculos se han ido al traste. Las encuestas revelan que la estrategia del miedo ha fracasado ya. Y la llamada a la continuidad. El partido del Gobierno va a pagar por soberbia y falta de coraje. Y no va a rentabilizar sus notables éxitos. Convencido ya del fin de la cotidianidad de los pasados 40 años, descartados el muy flojo Pedro Sánchez y el fiasco de Pablo Iglesias, el votante indeciso ya se ha puesto a comparar directamente a los candidatos Rajoy y Rivera. Y el presidente, nunca buen candidato, lo es hoy peor que nunca. Lo que sabían él y su partido y prefirieron ignorar. Ahora el PP se ve condenado a hacer campaña contra su única esperanza de no irse a la oposición. Que es precisamente Albert Rivera con Ciudadanos. Todo dependerá del recuento en la noche del 20-D. Pero el retorno a la cotidianidad es imposible. Para bien o para mal, la continuidad con que sueñan aun hoy algunos es ya una quimera. S fama que Zapatero y su sonrisa ganaban de largo entre el electorado femenino, como aquel González primigenio al que las mujeres le pedían a gritos un hijo suyo. A medida que se abotargaba en el poder con la consiguiente pérdida de frescura, el felipismo abrió la primera brecha generacional en la sociología electoral española, apuntalando sus victorias con el voto de los pensionistas, a los que convirtió en un segmento decisivo.


Hasta tal punto fue así que los jóvenes tuvieron un protagonismo crucial en el triunfo de Aznar, aunque pronto lo repudiaron a cuenta de la guerra de Irak. Pero el fenómeno de «la primera papeleta» resultó determinante en la liquidación del felipato porque muchos votantes inaugurales nacidos ya en el posfranquismo se rebelaron contra el único gobernante que conocían. Esa dialéctica entre lo nuevo y lo viejo ha vuelto ahora de manera crucial como consecuencia del desgaste de las instituciones y los partidos del sistema, y se perfila como un factor clave en el resultado de diciembre. La resistencia del bipartidismo se va a medir por su capacidad de mantener el apoyo de los mayores.

Españoles masa crítica
Que no son pocos. En España hay ocho millones y medio de ciudadanos con más de 65 años, y seis millones de entre 50 y 64. Eso es una masa crítica muy respetable que en ningún caso se puede minusvalorar desde el adanismo surgido de los escombros de la crisis. En ese sector se imponen con claridad los dos grandes partidos que han estructurado la historia de esta democracia, y si se combina con los catorce millones de personas que viven en municipios pequeños, poco permeables al ciberactivismo de las nuevas formaciones, resulta un bastión de considerable firmeza. A esos electores les cuesta trabajo cambiar; su voto está muy asentado por ideología o por experiencia y tienden a considerar aventurerismo lo que para otros es renovación. Ahí residen las esperanzas del PP y del PSOE, abandonados en masa por una juventud que ha desmitificado la Transición de los adultos y aspira a vivir la suya propia

Ciudadanos y Podemos 3
El crecimiento de Ciudadanos y Podemos resulta incontestable entre los menores de 45 años, sobre todo en las grandes áreas urbanas, las menos expuestas al clientelismo. Las nuevas televisiones y las redes sociales son su instrumento de penetración; por eso le dan tanta importancia a los debates que Rajoy rehúye para eludir el contraste de su edad y su aspecto con los de los candidatos emergentes. El éxito de estos ha sido el de convertir estas elecciones en una confrontación de biografías colectivas, aunque luego tendrá que resolverse en un pacto de generaciones. Se trata de una sacudida de rebeldía iniciática casi freudiana en términos de psicología social. Arrasada a base de desengaños la confianza en los programas, España va a votar en términos meramente perceptivos. Cuando faltan las ideas se impone la política de las sensaciones.




Hermann Tertsch créditos Dic 2015Hermann Tertsch

@hermanntertsch
Periodista español. Columnista del ABC de España. Comentarista de Televisión





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