Jesús Peñalver: Silencio musical
2 de octubre de 2015
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Leo a Gustavo Dudamel y recuerdo, inevitablemente, a Wilhelm Gustav Heinrich Ernst Martin Furtwängler, considerado el mejor director y compositor alemán del siglo XX. Era antinazi y dirigió la Filarmónica de Berlín.
No se necesita ver (leer) ni escuchar ninguna frase de Dudamel. No se necesita. Una fotografía sonriendo orondo es un documento o un principio general de prueba. Basta igualmente el hecho ocurrido aquel 12 de febrero, Día de la Juventud, cuando mientras en Caracas se daba la marcha pacífica de los estudiantes, en La Victoria (Aragua) corría el desfile cínico militar, con musiquita paga y tarareada que sonaba y se arrastraba.
Porque nunca falta en torno al poder de turno, jalabolas y aduladores sempiternos, cuyas huellas dactilares han dejado y dejarán siempre marcadas –inequívocamente- en los cataplines de los mandones.
En las cortes de los sátrapas brillan lúgubres payasos capaces de componer poemas y manejar palabras; jalar infinitamente y dirigir orquestas en templetes, dando cabida a toda clase de ritmos.
Nadie niega –sería un absurdo- el mérito del director de orquesta; sus éxitos; su figuración en el concierto internacional como uno de los mejores. Ese no es el punto y quede claro.
Es el silencio cómplice ante la tragedia que hoy vive Venezuela, que comprende música fúnebre y muy triste, con ese tufo a muerte en cada farmacia vacía, mercados desabastecidos, hospitales sin insumos, morgues repletas de visitantes sin vida, y un rosario largo de penurias de parecida naturaleza.
Como diría Laureano Màrquez: “el ninì cree que tiene pupú de este lado, y pupú del otro. Y el ninì impoluto, pulquérrimo, incontaminado”. Pus, no. Si los dramas humanos fueran así, todo sería tan fácil como respirar en una playa paradisiaca, pelar una granada o inyectarle formol a un muerto, y este escribidor no tendría por qué escribir estas cosas.
Judas era también bueno, era el tesorero y andaba con Jesús.
El hombre al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia. De igual modo, cuando el hombre se enfrenta a la discriminación y a la intolerancia, y defiende los valores democráticos, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.
Al artista hay que pagarle; pero cuando se trueca la conciencia y la dignidad por monedas, la vergüenza es propia y ajena.
Las clases dominantes conocen el poder del arte, aunque finjan ignorarlo, también las trapisondas para incorporar al artista a su entorno. La barbarie prefiere espejos complacientes, a aquellos de la madrastra que les diga la verdad sobre sus fechorías y fealdades.
Una certeza, una verdad, un templo enorme: El Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela se creó gracias al Presidente Carlos Andrés Pérez, quien nunca intervino en modo alguno su funcionamiento para provecho de ninguna naturaleza.
Pérez sabía que la política tiene la mala costumbre de involucrarse en el arte y echar a perderlo todo, de allí que afirmemos con insistencia que el Teatro Teresa Carreño, hoy convertido en templo de la adulación oficial, lleva ya más de dieciséis años intervenido.
Se ha incurrido en comparaciones odiosas, argumentos sin base racional alguna, ejemplos inaplicables. César Miguel Rondón y Gustavo Dudamel, dos venezolanos meritorios y triunfantes, tienen sus visiones de país, sus opiniones. Dos silencios distintos.
Volviendo al director alemán, acusado de nazi, Wilhelm Furtwängler fue exonerado de toda culpa por el Tribunal de desnazificación de Berlín, el 17 de diciembre de 1946. Wilhelm Furtwängler no llegó a exhibir la swástica y siempre se negó a usar el saludo nazi, entre otras actitudes, de suyos admirables, como cuando se le observa en grabaciones limpiando su mano luego de “saludar” a Goebbels. Evidentemente, siempre rechazó al Partido Nacionalsocialista.
En Venezuela, al parecer, la de-función debe continuar. Silencios que dejan hablar y otros que dejan hacer.
Jesús Peñalver es abogado
Columnista de Opinión
penalver15@gmail.com / @jpenalver
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