Claudia Dacha Nazoa: La tortura que llegó del frío
1 de noviembre de 2018
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Lo más estremecedor del relato que Laurent Saleh hace a una periodista española es la tersura del lenguaje, la elegancia de cada frase. El emblemático preso es un poeta, y se le nota. Uno que por momentos alcanza alturas místicas, porque de la ordalía que vivió durante cuatro años en los sótanos de La Tumba, prisión-laboratorio de la policía política venezolana, emerge despojado del odio, lavado del rencor por la contemplación de sí mismo.
Cuando Laurent habla de la “tortura blanca” que le aplicaron y lo llevó hasta al intento de suicidio como forma última de rebeldía, lo que eufemísticamente llamamos el venezolano de a pié se enfrenta a la revelación de que no solo el petróleo, el oro, el coltán, los espacios sagrados de Canaima, el ejército y nuestras vidas han sido entregados en manos de poderes foráneos. También la tortura en Venezuela es ahora una franquicia internacional.
El colmillo de la KGB asoma tras cada descripción que Laurent hace de los espacios blancos, impolutos del laboratorio del espanto, donde el fin último es aplastar todo lo humano, en especial la mente. Y la locura se ofrece como la única forma de escape. Aún más atrás emergen los rostros de inteligencia ratonil de Lenin y Trostky.
Por supuesto que los torturadores de Laurent no hablan en ruso, no tienen gorros de piel ni copian la cara de piedra siberiana de Putin. Son nuestros, gente que sueña con comerse su hallaca en diciembre, marca tarjeta de entrada y salida, se va a casa y abraza a sus hijos, besa a su mujer y comparte con sus vecinos. Hasta mascotas tendrán y las tratarán con ternura. Eso es lo peor. Pero son alumnos, más o menos aplicados, de una molienda científica de cuerpos y mentes que comenzó en tiempos de Vladimir Ilich y León. Y llega a nosotros en las alforjas del G2 cubano.
Los muy criollos torturadores del Sebin ignoran, por supuesto, que heredan una larga tradición de banalización del horror (la Arendt es lugar común) que la Unión Soviética elevó al rango de las Bellas Artes: cómo destruir sistemáticamente al más inteligente, al de mayor nivel de conciencia. Utilizando desde las teorías de Pavlov y sus experimentos con perros hasta los últimos descubrimientos de la psicología humana para moler la voluntad del “otro”, que se atreve a cuestionar la eternidad en el poder de los que me pagan quince y último. Y luego declararlos locos, comol acaba de pontificar un muy obscuro miembro de la Asamblea Nacional en la TV oficial: Laurent está mal de la cabeza.
El venezolano de a pié, animal mitológico al que nadie ha visto de cerca y frecuenta las redes sociales para escapar del apagón informativo, tiene ahora un relato en vivo y directo de lo que enfrentaron miles de prisioneros de conciencia, activistas, periodistas, religiosos, artistas e intelectuales en los países comunistas. Y todavía enfrentan en Cuba y Corea del Norte.
El norte comunista es pulverizar la humanidad, licuar la mente del adversario principal: el inteligente. El que no pueden manipular por control social y se les escapa, cabalgando en su rico mundo interior. No nos equivoquemos: otras dictaduras buscan el poder sobre la sociedad, el comunismo quiere el poder sobre tus cromosomas. Para otros autoritarismos el campo de batalla es social y político, para el comunismo la batalla final es en la intimidad más íntima del individuo, que debe borrarse para transformarlo en masa. Por eso son genios de la propaganda, y han mantenido viva la mentira más que cualquier otro autoritarismo de la historia.
Millones aún creen que realmente el comunismo los llevará al asalto del cielo. Han permeado la prensa liberal occidental, y convertido en voceros a adoradas estrellas de Hollywood. Tuvieron a Obama y, por tener, tienen al Papa.
Se atribuye a Lenin la feliz expresión “nuestros tontos útiles”, para referirse a las élites intelectuales y políticas liberales que desde Occidente les seguían el juego mientras en Rusia millones morían de hambre y bala. Por eso a los cubanos les ha costado casi sesenta años que el mundo les crea, y a los venezolanos casi veinte.
Tienen para el simple ciudadano la maldad ordinaria que no requiere esfuerzo intelectual. Para el enemigo que les disputa el poder en el campo del pensamiento, los infinitos espacios del infierno blanco, los pasillos llenos de presos del perraje crucificados para que el preso de élite se aterre, se pregunte cuándo le tocará la cruz y se odie a sí mismo si calla ante la tortura de sus compañeros.
Espero que los insondables meandros de mediocridad en los que chapotea la actual dirigencia opositora nacional no crucen el Atlántico y salpiquen a Laurent en su exilio madrileño. Ojalá mantenga esa mirada incontaminada, esa tersura para aceptar la ordalía como lección de grandeza. Ojalá sea parte de ese liderazgo nuevo, y que ese liderazgo de relevo no sea otro animal mitológico.
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Claudia Dacha Nazoa Directora y guionista de cine de cine. loca por los gatos y la vida. @dachanazoa |
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