La Península del Sinaí, el avispero donde hace aguas el Estado egipcio
1 de noviembre de 2015
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Nada más conocerse la noticia de la tragedia del avión de la compañía rusa Kogalim, estrellado en una zona montañosa de la Península egipcia del Sinaí, crecían las sospechas. Hasta que la investigación determine las causas de una nueva catástrofe aérea, la hipótesis del atentado terrorista estará sobre la mesa.
Las recientes amenazas a Rusia de grupos yihadistas como Estado Islámico o el Frente Al Nusra por su implicación en la guerra civil siria y las circunstancias de la región en la que ha caído el Airbus de Kogalim alimentan las sospechas de que la yihad global podría estar detrás de lo ocurrido.
La península del Sinaí la forman 58.000 kilómetros cuadrados de terreno, entre desértico y montañoso, que se extienden al este del istmo del Canal de Suez y conectan Egipto con el Estado de Israel. Poblada tradicionalmente por nómadas beduinos, anclados a menudo en costumbres primitivas y permeables por tanto a las visiones más intransigentes del islam, la región es el feudo en el que se han hecho fuertes grupos yihadistas que desafían la autoridad del Estado y se dedican al hostigamiento permanente al Ejército egipcio. Ansar Beit al Maqdis es el grupo más activo. Como tantas otras milicias islamistas, a finales de 2014 decidió jurar lealtad al autoproclamado califa Abu Bakr Al Bagdadi y se sumó a la constelación de franquicias de Estado Islámico.
Desde que en julio de 2013 el mariscal Abdelfatah El Sisi derrocara con un golpe de estado al islamista Mohamed Mursi, primer presidente electo de la historia de Egipto, la estabilización de la península se ha convertido en una prioridad para El Cairo y las operaciones militares en la zona se han multiplicado. El Estado egipcio desea impulsar el desarrollo turístico, lastrado por la inseguridad, y necesita para ello poner orden en una región que es también fuente de preocupación para los israelíes. Es a través de los túneles subterráneos que la conectan con Gaza como Hamás consigue gran parte del armamento que emplea en su lucha contra el Estado hebreo.
Para la población local, la vida es muy dura, atrapada en un mundo rural retrógrado en el que son frecuentes las violaciones de los derechos humanos, especialmente los de las mujeres. La ofensiva militar con la que El Sisi quiere hacerse con un control efectivo del territorio ha castigado también a la población civil y ha empujado a muchos a dejar sus hogares huyendo del fuego cruzado entre el Ejército y los insurgentes. El presidente egipcio cuenta con el apoyo cada vez menos disimulado de Occidente, que ya acepta que tenerle en el poder es un mal mucho menor que el caos que ha seguido en casi todas partes a las Primaveras Árabes. Israel confía en que, aunque le cueste sangre y fuego, el general culmine sus planes de establecer una zona de seguridad entre el Sinaí y Gaza.
Ahí, en medio de este rompecabezas, yacen los restos del avión ruso y sus 224 ocupantes.
Guillermo D. Olmo
Redactor en la sección de Internacional de ABC
@golmo
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